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martes, 23 de julio de 2019

LOS SEÑORES DEL HUMO, de Claudio Cerdán




DATOS PRÁCTICOS:

Título: LOS SEÑORES DEL HUMO
Autor: Claudio Cerdán
Editorial: Ediciones B
ISBN: 978-84-666-6587-2                                   
Páginas: 560
Presentación: Rústica con solapas




Llevaba mucho tiempo queriendo leer a Claudio Cerdán. Pero no me daba la vida por tanto charco en el que me meto. Sin embargo, un buen día un tweet se cruzó en mi camino. El autor venía a decir, más o menos, que Los señores del humo era su mejor novela y que las anteriores habían sido una especie de ensayo hasta llegar aquí. Y la insolente que a veces habita en mí y aprovecha de vez en cuando para soltar impertinencias en Twitter, no se pudo resistir y le contestó que le extrañaba que siendo así, no la estuviésemos leyendo en #SoyYincanera. Y Cerdán se puso en movimiento y nosotras tan contentas. Y como toda acción tiene su reacción, hoy me veo en la disyuntiva de hablar de una novela que me ha robado el alma y las neuronas y a punto ha estado de llevarme al psiquiatra de cabeza, porque me ha hecho sentir incluso miedo, sin ser una novela de terror, pero claro, a veces la realidad es más dura que la ficción.


Y el caso es que ese deseo de conocer a este escritor se ha visto más que satisfecho… solo que ya le conocía y no lo recordaba. De eso me di cuenta justo al hacer esta reseña, cuando me encontré al buscar su bibliografía que hará cosa de tres años leí El club de los mejores, solo que no me percaté que era él quien estaba detrás del seudónimo de Arthur Gunn. Y me alegro, porque esa novela me encantó en su día y volver a reencontrarme con él me ha hecho comprobar que será uno de esos pocos autores de culto personal a los que seguiré de ahora en adelante, esta vez como lectora y no como insolente.




Claudio Cerdán (Yecla, 1981), es un escritor de novela negra español, aunque también ha publicado en el género fantástico. Ha participados en varias antologías, escrito guiones, dirigido cortometrajes y dibujado cómics, entre otras actividades.

Sus libros se han publicado en España, Argentina, México y Francia, entre otros países. En la actualidad reside en Suecia.

- El dios de los mutilados (Equipo Sirius, 2008).

- Cicatrices (Equipo Sirius, 2010). Segunda parte de El dios de los mutilados.

- El país de los ciegos (Ilarión, 2011). Premio Novelpol a la Mejor Novela Negra del año y finalista del XIII Premio Lengua de Trapo y del Silverio Cañada de la Semana Negra de Gijón.

- Cien años de perdón (Versátil Ediciones, 2013), finalista de los Premios LeeMisterio.com 2013 como Mejor Novela y en el II Premio de Novela Pata Negra que otorga la Universidad de Salamanca. Recomendado por El País como una de las mejores novelas negras de 2013.

- Un mundo peor (Versátil Ediciones, 2014), ganó el I Premio Ciudad de Santa Cruz a la Mejor Novela Negra de 2014 y finalista del II Premio Valencia Negra y del III Premio Pata Negra.

- La revolución secreta (Alrevés Editorial, 2014).

- Sangre fría (Dolmen Editorial, 2015).

- El club de los mejores (Ediciones B, septiembre de 2016), firmada bajo el seudónimo de Arthur Gunn.

- La última palabra de Juan Elías (Ediciones B, 2017), continuación de la exitosa serie de televisión Sé quién eres.

- Nunca mires atrás (Menoscuarto Ediciones, febrero de 2018) y es la cuarta entrega de la detective Sonia Ruiz, serie iniciada por Lorenzo Silva y Andreu Martín entre otros reconocidos autores.

- Los señores del humo (Ediciones B, 2019).





Claudio Cerdán nos conduce a través de una historia turbia, oscura y fascinante, en la que todo empieza a cobrar un significado distinto cuando, tras el impacto de las primeras páginas, un asesino en serie empieza a decapitar a sus víctimas por las calles de Madrid.

En una ciudad corrupta e inmisericorde, tres vidas perdidas chocan en su caza al asesino. Paco Faura, policía retirado que trabaja como detective sin licencia, sospecha que todo podría estar relacionado con un caso que no pudo esclarecer treinta años atrás. Mientras tanto, CJ -un antiguo mercenario- piensa que el culpable es un viejo compañero de armas. Y Aldo, un proxeneta que tuvo que huir de México cuando los narcos pusieron precio a su cabeza, perderá la cordura al creer que el pasado vuelve para vengarse.





Con estas palabras que podéis leer a la izquierda comienza Los señores del humo. Obviamente, eso nos lleva a recordar esa otra frase de “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia”, tan reincidente en otras novelas pero que en este caso, en cuanto pasas unas pocas páginas, te das cuenta que te enfrentas a un autor en el que, además de otras muchas virtudes, la de la ironía va a estar muy presente a lo largo de la trama. Y borda este recurso como pocos, vaya eso por delante.

Y es que Claudio Cerdán no es que clave la realidad, que lo hace, es que nos la muestra sin paños calientes. Y llega a impresionarte ver negro sobre blanco un período tan reciente de nuestra historia y, habiéndolo vivido, no espantarte cuando te das cuenta de lo poco que hemos hecho al respecto. Os pongo en antecedentes:

En primer lugar, pongamos que hablo de Madrid, porque es ahí donde transcurre la trama. No creo que a nadie se le escape, aun no siendo madrileño, la atmósfera que se vivía en la capital allá por 2012, cuando el magnate del juego, Sheldon Adelson, acudió a la capital para visitar unos terrenos en la localidad de Alcorcón, de cara a levantar un macrocomplejo turístico enfocado al juego, con un presupuesto de vértigo. Por otro lado, la ciudad, a su vez, se postulaba como candidata a los Juegos Olímpicos de 2020. Ahí es nada. Y en contraposición a estos dos despropósitos, que se retroalimentan por ambas partes, la calle bullía, pues nos encontrábamos en lo peor de la crisis financiera, cuando los estragos se habían cobrado bastantes víctimas, cuando los recortes eran más que palpables y las mareas inundaban las calles de Madrid día sí, día también. Y los casos de corrupción eran el pan nuestro de cada día. De hecho, los basureros se habían puesto en huelga porque además de lo que tenían que recoger a diario, la inmundicia que salía de los despachos de los dirigentes políticos no había quien la limpiase.

No obstante, no serán la capital o Alcorcón los únicos escenarios, porque el autor también en este sentido es un hacha con las localizaciones. También aparecerán algunos pueblos más de la provincia. ¿Qué quieres sacar a colación el estallido de la burbuja inmobiliaria o cómo esta se gestó? Pues nos lleva a Seseña (localidad perteneciente en este caso a Toledo, pero que dista a unos cuarenta kilómetros de Madrid), esa ciudad fantasma que en su día levantó El Pocero, sin respetar a nada ni a nadie, empezando por las infraestructuras de la localidad y terminando con que ya había voces que vaticinaban lo que después ocurriría. ¿Que aparece una mafia de prostitución? Pues colocamos a las chicas en el polígono Marconi de Villaverde Bajo a trabajar y las llevamos a dormir al polígono Cobo Calleja de Fuenlabrada, a una nave industrial que antaño había sido un almacén de carne –prácticamente como ahora- bajo cerrojo. A no ser que necesites pillar cocaína en cantidades industriales, porque acabarás en la Cañada Real y conociendo a la familia de La Paca, que, por si no lo sabes, son un amor de personas. Y así todo. Porque otra cosa no será, pero tengo claro que el señor Martínez-Almeida no contribuirá a hacer a Cerdán hijo adoptivo de la ciudad ni la señora Villacís le hará padrino de su hija recién nacida. Y eso que, si leyesen Los señores del humo, se convencerían de que Claudio Cerdán es un demócrata obstinado, ya que trata por igual a políticos, policías o delincuentes; es decir, repartiendo coces por doquier a diestro y siniestro como si no hubiese un mañana.


Pues bien, digamos que ese es el trasunto de la trama, el caldo de cultivo donde Claudio Cerdán nos regala su magia, solo que en vez de Sheldon Adelson, deberíamos hablar de Harrelson Levi para poder ficcionar una realidad que escuece. Mucho.
Y es así como el Sr. Levi aparece en escena cuando, al más puro estilo de ¡Bienvenido, Míster Marshall!, se digna a inspeccionar los terrenos sobre los que edificar su macrocomplejo de ocio y diversión, para evaluar si le conviene más Madrid o Barcelona. Sin embargo, la visita no es precisamente un paseo militar, pues durante el mismo y a vista de distintos medios de comunicación, aparece un cráneo humano. Urge una investigación, pues algunos apuntan a que podría tratarse de un resto arqueológico y se puede liar parda. Por si acaso, enseguida los forenses descubren que el cráneo tiene una antigüedad de poco más de tres décadas y, por si acaso, se silencia el caso, no vaya a ser que derive en un escándalo. Sin embargo, poco después, otra mujer es decapitada en Madrid y el temor a que un asesino en serie circule por las calles de la ciudad puede ser perjudicial para los intereses de unos pocos políticos que han visto en Levi su particular gallina de los huevos de oro y no precisamente por esos 250.000 empleos que cacarean que pueda traer aparejado el proyecto, sino por la fortuna que están amasando a base de sobornos y cohechos.


Y este hecho da pie a que tres personajes salgan a escena, tres personajes sin esperanza en un ambiente siempre siniestro y que, sin embargo, te fascinan por su humanidad. Personajes que viven al límite, al filo de lo imposible. Solo encontrarás un halo de ilusión cuando Faura se encuentra con su familia. Y son las menos de las veces. Cada uno por un motivo distinto, ya que son los protagonistas de tres líneas argumentales diferentes:

- Paco Faura: Inspector de la Policía Nacional ya retirado tras sufrir un infarto que le dejó para el arrastre y un bonito marcapasos. Dedica su tiempo libre, que es mucho, a ejercer de investigador privado, aunque sin licencia. La razón es que necesita costear los gastos que suponen el ingreso de su mujer en una clínica privada, donde la mantienen con vida artificialmente desde que ingresó, hace años, en estado comatoso tras ser atropellada por el conductor de un vehículo que se dio a la fuga. Desde entonces, entre caso y caso, rastrea la huella del responsable buscando nuevas pistas, aunque sin suerte. No obstante, sigue contando con la ayuda, cada vez más escasa, de sus antiguos compañeros. Tiene una hija a la que adora, un yerno informático que le echa alguna que otra mano y dos nietas por las que siente debilidad.  

- Carl Jimenes, alias C.J.: Militar estadounidense nacido en North Las Vegas de padres de origen dominicano. Desde niño fue muy rebelde y, al cumplir la mayoría de edad, ingresó en una escuela militar donde se instruyó como soldado de la USAF, obteniendo el rango de teniente. Participó en la operación Libertad Duradera de Afganistán, donde conoció a Robbie, que era su comandante y actual socio. Todavía arrastra secuelas psicológicas derivadas del encierro del que fue víctima, para las que necesita recurrir a pastillas para dormir cuando se presentan las pesadillas. Cuando comienza la historia se encuentra en Macao, al cargo de la seguridad del casino, junto a Robbie, aunque acaba siendo trasladado a Madrid como guardaespaldas del Larry Levi, el hijo del magnate del juego.

- Aldo Vargas: Mejicano de origen, tuvo que salir huyendo de su Culiacán de nacimiento cuando apenas era un chaval. Resulta que, junto a su amigo de la infancia, se les ocurrió la fatal idea de hacer recados para el Cártel de Sinaloa sin sopesar los riesgos que asumían y, cuando el muchacho se negó a hacer otros encargos de mayor calado, pusieron precio a su cabeza. Y la perdió en el camino. O quizás un poco antes. Tuvo que salir por patas del país y recaló en España. Y lo hizo delinquiendo, claro. Y entró en prisión. Allí conoció a Dmitri, un antiguo militar del ejército ruso reconvertido en mafioso, con el que trabó amistad y nada más cumplir su condena, éste le ofreció trabajar para él como proxeneta. Aficionado a cualquier sustancia, nada a contracorriente en las turbulentas aguas de las anfetaminas, claro que a falta de estas, no le hace ascos a la farlopa, ni al caballo, ni al hachís, ni a cualquier otra droga que le pongan por delante en su camino hacia la autodestrucción. Tiene un glaucoma que le obliga a llevar siempre gafas de sol, incluso por la noche. Y por si fuera poco, va y se enamora de una de las chicas que tiene que “proteger”.

Y es que el primero piensa que el cráneo aparecido en Alcorcón, es el de un caso que en su día le encomendaron y no pudo resolver. Ahora es el momento de hacerle justicia a la víctima. O al menos intentarlo. Para el segundo, el asunto es más turbio, ya que a raíz de aparecer una segunda víctima decapitada, cree que el asesino puede ser un viejo amigo y para el tercero, el mexicano, es una cuestión puramente sentimental, porque la segunda víctima es la mujer de la que estaba enamorado y necesita sí o sí dar con el asesino.

No sé si recordaréis que al principio de este post decía que, sin ser una novela de terror, he llegado a sentir miedo. Pues bien, así como decía esto, también hablé de que de que Claudio Cerdán era capaz de crear magia narrando. La razón es muy sencilla, en mi caso, claro. Cada vez que Aldo aparecía en escena, a mí me daba un ataque de pánico. Pocas veces he sentido como real a un personaje como me ha pasado con este hombre. Es más, hace bastantes días que terminé la novela y todavía pienso en él como alguien real, no como un personaje de ficción. Me provocaban espanto sus idas de olla. Y estas eran continuas. Vamos, que si no la estaba liando, se estaba preparando para ello. Tremendo personaje convertido en la máxima representación de la inconsciencia; de hecho, en petit comité llegué a decir, perdonadme si suena políticamente incorrecto, que tenía la cabeza como la cama de un loco. Y sigo convencida. Nunca sabía por dónde iba a salir y siempre me tenía en vilo, mordiéndome los muñones de las dos manos casi a la vez porque con las uñas terminé el primer día. Indescriptible. Nunca la expiación fue más subliminal. Ni estuvo mejor narrada. ¡Sublime!.

Y no quiero seguir hablando de la trama, porque entiendo que, si os gustan las emociones fuertes, Los señores del humo es vuestra historia. La mía lo ha sido durante los días que me mantuvo pegada a sus páginas. No obstante, quiero terminar esta reseña destacando que Claudio Cerdán ha llevado a cabo una ingente labor de documentación y esta se percibe en cada párrafo.






Los señores del humo es un paseo por la corrupción a todos los niveles, da igual el entorno por el que transites en cualquiera de sus capítulos. Porque cada párrafo es una dentellada que te deja sin aliento, porque está narrado de una manera tan visual y sensorial que vives la historia en primera persona. Nada te es ajeno a pesar de que tu vida esté a años luz de lo que en ella ocurre. Pero, sobre todo, es un relato absorbente, fiel exponente de la condición humana donde la ambición, el rencor, el cohecho, la especulación urbanística -y la que no lo es tanto-, se juntan con el juego, las drogas o la prostitución y el cóctel se convierte en un arma de destrucción masiva, con un estilo que te conquista desde las primeras páginas, con un gran dominio del lenguaje incluso cuando es grosero porque la trama lo demanda y que es capaz de mantener la intriga hasta el final. Es más, llega un momento en que es una necesidad vital, a pesar de su ritmo vertiginoso, conocer en qué acabará todo, aunque intuyes que es imposible que concluya bien. Los giros son sorprendentes y el desenlace, ¿qué deciros del desenlace cuando la palabra impresionante se queda corta?.




Solo puedo recomendarla aunque, eso sí, a los amantes de la novela negra, a los que se vuelven locos por una buena historia, no vaya a ser que seáis demasiado sensibles y luego me reclaméis daños y perjuicios por atentar contra vuestra salud mental. O algo peor. Avisados quedáis.