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domingo, 31 de mayo de 2020

EL TIGRE Y LA DUQUESA, de Jordi Solé



DATOS TÉCNICOS:


Título: EL TIGRE Y LA DUQUESA
Autor: Jordi Solé
Editorial: HarperCollins
Colección: HarperCollins Thriller
ISBN: 978-84-9139-435-8
Páginas: 301
Presentación: Rústica con solapas







¿Concatenación de casualidades o casualidades encadenadas? Lo mismo me da que me da lo mismo, pero eso es lo que últimamente me está pasando a la hora de elegir los libros que leo. Y que conste que no voy con ideas preconcebidas a la hora de optar por una lectura o por otra, pero es que cada libro que abro guarda algún tipo de relación con el anterior. Os explico:

Hace unas semanas leí y reseñé Cava dos fosas, de Félix García Hernán. Creo que el título es de lo más significativo si os digo que es la puesta en escena de una venganza. Bueno, para ser exactos, la madre de todas las venganzas, porque pocas veces he leído una historia cuyo tema de fondo sea este y que esté tan bien ejecutado; es más, el título hace alusión, obviamente, a una frase atribuida a Confucio que reza así: “Antes de comenzar un viaje de venganza, cava dos fosas”. A esta historia la siguió la de Rick Hunter en El jardín de los enigmas, de Antonio Garrido y, ¡sorpresa, sorpresa!, en ella el protagonista de la misma también lleva tiempo urdiendo otra y esa misma cita de Confucio sale a colación en un momento de la trama. Por si fuera poco, en ella aparece un tigre, aparentemente asesino. ¿He dicho tigre? ¿Es muy normal que aparezcan tigres en las novelas actuales y más concretamente en dos thrillers actuales y diferentes? Porque yo, desde que hace siglos leí Los tigres de Mompracem, de Emilio Salgari (la novela que dio origen a aquella serie de televisión titulada Sandokán, el tigre de Malasia), no me había tropezado con ninguno. Y, como en el juego de la oca, ahora estoy reseñando un libro que no solo tiene al mencionado tigre, sino que también me he encontrado con que unos de los grandes personajes de esta historia, el que persigue al félido con ahínco, tiene su oficina en el mismo barrio londinense que el protagonista de El jardín de los enigmas. ¿Casualidades encadenadas o concatenación de de casualidades? Ahí lo dejo.




La inspectora Elsa Giralt está hecha unos zorros. De ser la primera de la clase ha pasado a ver cómo su marido la dejaba por su mejor amiga y su compañero quedaba tetrapléjico tras un tiroteo en el que ella cree que pudo haber hecho algo más. Demasiado castigo para alguien que no había hecho nada para merecerlo. Así que, ahora, Elsa busca el olvido –momentáneo o definitivo, lo que llegue primero– en el fondo de una botella de ginebra.

Pero la vida es caprichosa y una mala mañana, precisamente a la puerta de su casa, aparece el cadáver de una joven –un bellezón, todo sea dicho– que ha muerto con una puñalada en el costado y una sonrisa en los labios: un binomio curioso que no deja a nadie indiferente. Tampoco a Elsa, que se agarra al caso como a un clavo ardiendo, consciente de que puede ser su última oportunidad antes de ver cómo su carrera, y hasta su vida, se evaporan en la nada.

Con la ayuda inesperada de Santi –otro poli a quien no le han contado que el tipo Harry el Sucio ya no se lleva– empieza a tirar del hilo hasta descubrir que lo que parecía otro caso de violencia machista está conectado con el reciente atraco a una joyería en el que el botín superó los veinte millones de euros. Un golpe que lleva el sello inconfundible de la banda de ladrones de joyas más audaz y buscada del planeta: los veteranos de la guerra de los Balcanes mundialmente conocidos como los Pink Panthers.





Barcelona, madrugada de una tibia mañana del mes de junio. En la Plaza del Duque de Medinaceli, junto al Paseo de Colón, una joven de inapelable belleza es hallada muerta por Moha, un barrendero africano. En un principio el hombre piensa que simplemente está esperando a alguien. Lo parece por esos ojos que parecen mirar al infinito y esa media sonrisa que embellece más, si eso es posible, su rostro. O por el trolley azul eléctrico que todavía sostiene con una de sus manos. El hombre se debate en si llamar o no a su supervisor o hacerse el loco y desaparecer de la escena para que otro asuma el marrón. Y se queda perplejo cuando a los cinco minutos de hacer esa llamada se presenta en el escenario del crimen Elsa Giralt, una Mosso d'Esquadra que, casualidades de la vida, vive justo enfrente y trabaja en la comisaría de Ciutat Vella.

Poco después llega un coche patrulla, del que salen dos agentes, viejos conocidos de Giralt. No obstante, dado que ella ha llegado primero, será la que se quede con el caso, por lo que abandonan la escena. Ocurre igual con otro agente que ha escuchado el código 10-200 para que la policía acuda a un determinado lugar en la emisora de su vehículo y lo ha atendido. Se trata de Santi González, de la comisaría de Sants-Montjuic, un joven de unos treinta años, que, como ella, parece al borde del desahucio emocional: viste con ropa de calle, aunque del día anterior y tiene los ojos inyectados en sangre. Y la empatía –o la conmiseración, quien sabe-, surge entre ellos. O al menos por parte de Elsa, que ve en Santi a su alma gemela. Y él aprovecha la coyuntura para ofrecerse a trabajar en este caso con ella. Y ella le traslada la petición a su jefe, el subinspector Santacana, que acepta para ponérselo fácil a pesar del papeleo que eso puede generar, pero dadas las circunstancias por las que atraviesa su compañero, Nicolau, que se encuentra hospitalizado y tetrapléjico, quiere aprovechar el que por fin ella muestre tanto interés en trabajar con alguien.

Pero esto solo será el inicio de una historia tan extraordinaria como escalofriante. La punta del iceberg donde se concentran varias tramas, las de un grupo de personajes, no muchos, que te obligará a pasar páginas, como si no hubiera un mañana, sin poder despegarte del libro.

Porque El tigre y la duquesa es la historia de Vicky Martí, alias “la duquesa”, creída y pretenciosa a partes iguales, una beldad que ha conocido tiempos mejores, a pesar de sus veintisiete años. Claro que la muchacha es de traca, el típico personaje al que según aparece en escena coges manía de inmediato. O un poco antes. Porque tiene un carácter de armas tomar, porque utiliza a los hombres a su antojo, con el único fin de medrar, porque aborrece al resto de sus congéneres por no perseguir sus mismos propósitos. Cuando la empezamos a conocer, en las primeras páginas de la novela, trabaja de cajera en un supermercado, aunque ella preferiría estar en la sección de perfumería porque el uniforme le sentaría mejor. Tal cual suena. Se lleva fatal con sus compañeras –según ella por puritita envidia- y así todo. Excepto con Esther, la única capaz de aguantarla y buena gente.  Es obvio que lo complicado sería no sentir aversión hacia ella y estas, ya digo, son las primeras impresiones. Cuando la conoces más a fondo, todo se multiplica exponencialmente.

Recaló en ese supermercado después de mantener una relación con Roger Rovira, -hijo único y heredero de un magnate del ladrillo- con el que empezó a trabajar como secretaria, sin apenas estudios. Los problemas vinieron cuando la empresa quebró y el tipo tuvo que salir por patas del país con una orden internacional de búsqueda y captura, mientras el magnate ingresaba en prisión. Ella pensó que lo suyo en el Mercadona sería algo temporal, pero la realidad es que lleva más de ocho meses allí sin posibilidad de encontrar una salida acorde a sus intereses. Hasta que conoce a un tipo que le hace una proposición indecente que no es, precisamente, acostarse con él a cambio de un millón de dólares, aunque sí pasa por cubrirla con unos pocos millones de euros si sigue al pie de la letra un plan maquiavélico.

Lógicamente, también es la historia de Elsa Giralt, una Mosso d'Esquadra que no pasa por su mejor momento; de hecho, entre otras opciones baraja a menudo el pegarse un tiro en la boca, sin ir más lejos, tras la última curda. Y es que la vida parece haberse cebado con ella en los últimos tiempos. Resulta que su compañero, Nicolau, se ha quedado tetrapléjico por culpa de un malnacido que se cruzó en el camino de ambos y ella se culpabiliza de lo que pasó en el tiroteo. Y, por si fuera poco, su marido, Jordi, se ha liado con con Emma Solá, su mejor amiga, que ahora está embarazada. Los tres trabajan en la misma comisaría, para irlo llevando y no precisamente bien, porque todo ha ocurrido a la vez.

También es la de Harry Cranston, un investigador de seguros con una hoja de servicios impecable. Excéntrico, sí, pero, a sus sesenta años, todavía es capaz de ahorrarle millones a sus clientes cuando de pólizas fraudulentas se trata. Por eso no es de extrañar que John Thaw, miembro de la cúpula de la segunda compañía de seguros del mundo con sede en Londres –Berkshire Hathaway Inc.- se ponga en contacto con él para que investigue el atraco a un establecimiento de Barcelona, cuya póliza asciende a veinte millones de euros. Un atraco en el que no caben dudas con respecto a su autoría porque lleva la firma de los Pink Panthers, viejos conocidos de Cranston: los asaltantes tardaron un minuto escaso en llevar a cabo la operación, solo se llevaron diamantes que sabían perfectamente donde estaban, hubo muchos fuegos artificiales, pero ningún herido y algún que otro detalle más. Como siempre. Thaw no pretende dar con el botín de la manera más ortodoxa, simplemente, que el investigador mueva sus hilos y consiga encontrarlo aunque sea llegando a un pacto de reventa con los serbios.

Y es precisamente el hecho de que este atraco sea obra de los Pink Panthers lo que hace que Cranston se ponga en movimiento de inmediato. Se han convertido en una auténtica obsesión para él, hasta el punto de que en un rincón de su despacho tiene un peluche a tamaño natural de la Pantera Rosa colgada en una horca. Los conoció hace más de una década y los ha perseguido por todo el mundo. Odia al líder, Pavel Rakic, aunque Dragan Jesulic podría decirse que está a la misma altura. Así que emprende viaje a Barcelona, para entrevistarse con Sonia Miralles, la esposa del dueño y responsable de la joyería, deduciendo enseguida que por ese lado no hay nada sospechoso. 

Y, sin lugar a dudas, es la historia de Dragan Jesulic, miembro de la banda de ladrones de joyas más buscada del planeta. Alto, delgado y con buena percha y mucha clase, tiene aire de triunfador, también de canalla. Es ambas cosas. Se encuentra en Barcelona precisamente para dar un nuevo golpe, el que espera sea el último. Vive en un apartamento turístico, que cambia cada dos o tres días para no dejar rastro, mientras observa de cerca, hasta que llegue su equipo, los protocolos de seguridad y las rutinas de los empleados de la joyería que pretende asaltar. Y es que a pesar de tener más dinero del que podría gastar en siete vidas, por seguridad tiene que pasar inadvertido, hasta el punto de que tampoco puede frecuentar los restaurantes –ni los corrientes ni los de lujo a los que asistían antaño- porque hay que seguir las normas al pie de letra, sin salirse del guión como condición indispensable para poder sobrevivir cuando te has creado tantos enemigos, en todo el mundo… a no ser que te cruces con una mujer que rompa tus esquemas.

Claro que aquí podría aplicarse aquello de “De aquellos polvos vienen estos lodos”, porque la historia de Dragan camina en paralelo con la de Stana y Pavel Rakic y, por extensión, a la de los Pink Panthers. La organización a la que pertenece desde sus orígenes, cuando Yugoslavia se desintegró y ellos se tomaron la “finalidad de la empresa” que acababan de fundar como un acto de protesta contra Europa, para hacerle pagar el daño causado en su país  donde más le pudiera doler y convertirse en héroes para sus compatriotas. Y lo consiguieron, golpe a golpe, que no verso a verso, porque no hay nada de poético en sus tropelías por muy espectaculares que fuesen.

Y lo peor es que esta red internacional de ladrones es real. El nombre de la banda se lo puso la policía británica y luego lo asumió la Interpol, -que a su vez creó el Pink Panther’s Project-, a raíz de un anillo de diamantes que robaron allí y que los atracadores guardaron de manera similar a la de la película La Pantera Rosa en la que un ladrón interpretado por David Niven escondía una gema en un bote de crema para afeitar. Han perpetrado más de trescientos robos, que han ido in crescendo tanto en audacia a la hora de planearlos como a nivel económico, llegando a conseguir botines de hasta cien millones de dólares. Sus miembros son auténticos criminales, algunos de ellos ex-militares y con un pasado nada recomendable, procedentes en su mayoría de Serbia y Montenegro, aunque también los hay croatas y bosnios.

Claro que, todo lo dicho, solo son unas pequeñas perlas de lo que encontrarás en la novela, porque esta mezcla de historias, dependientes unas de otras, está perfectamente urdida. Del mismo modo que la combinación de realidad y ficción se ensambla perfectamente en la estructura de la novela en un equilibrio perfecto, que en vez de agobiar al lector, le obliga a seguir leyendo, porque cada vez necesitas saber más y más.

Con un estilo preciso, en ocasiones cinematográfico, y una prosa sencilla, tanto los diálogos, como las descripciones o situaciones supuran autenticidad. Me ha parecido todo un acierto el uso del narrador omnisciente y el modo en que se intercala el presente y el pasado para mantener la intriga. De hecho, no hay nada mejor que intentar descubrir qué hay detrás de la sonrisa de un cadáver aparecido en la Plaza del Duque de Medinaceli de Barcelona para comprenderlo todo…




Posiblemente El Tigre y La Duquesa sea una de las mejores novelas policíacas que lea este año. Quienes me conocéis sabéis que no soy partidaria de hacer semejante tipo de afirmaciones y que suelo escandalizarme cuando veo a muchos hablar de haber leído “el libro del año” en enero, pero es que me ha gustado todo de ella: la trama, los personajes, la ambientación, el estilo… TODO.

Creo que Elsa Elsa Giralt ha venido para quedarse y ya la estoy esperando. También me gustaría verla colaborar con Harry Cranston, aunque no sé si Barcelona estará preparada para tanto latrocinio. Esperemos que sí. Mientras, me conformaré pensando que siempre habrá gente como Vicky, con unas ansias desmedidas por medrar en la vida y, sabiendo que eso si es factible, todo es posible.



martes, 19 de mayo de 2020

EL JARDÍN DE LOS ENIGMAS, de Antonio Garrido





DATOS TÉCNICOS:

Título: EL JARDÍN DE LOS ENIGMAS
Autor: Antonio Garrido
Editorial: Espasa
Colección: Espasa Narrativa
ISBN: 978-84- 670-5267-1
Páginas: 384
Presentación: Tapa dura con sobrecubierta





Como ya os comentaba en la reseña de Un perfecto caballero, el confinamiento me está dejando un sabor agridulce, más allá de las razones que lo han provocado, tan aciagas, tan tremendas, es complicado seguir una rutina cuando es precisamente la rutina la esencia de tantas horas disponibles que no sabes ni cómo administrar. O al menos en mi caso. Tengo la sensación de que pierdo el tiempo por encima de mis posibilidades y eso que siempre he sido una maestra en eso. Ahora estoy haciendo un máster. La verdad es que me resulta muy complicado centrarme en las cosas más sencillas, entre las que se encuentra leer, una afición que, desde que tengo uso de razón practicaba como una vía de escape, saboreando cada libro como una experiencia única. ¿Qué os voy a contar que no sepáis? El caso es que abandono lecturas como si no hubiese un mañana, a veces llegar a leer más de diez páginas seguidas se me hace complicado… y recordar lo leído o procesarlo un imposible. 

Así que, haciendo bueno el dicho de que a grandes malos, grandes remedios, no me ha quedado más remedio que recurrir a lo que nunca falla, a elegir a uno de esos escritores fetiche que sabes que nunca defraudan y, para eso, nadie como Antonio Garrido para sacarme de esta tremenda crisis lectora con su última novela, El jardín de los enigmas, publicada en noviembre de 2019.





Biografía facilitada por la editorial.

Antonio Garrido (Linares, 1963). La crítica ha calificado su narrativa de ágil y adictiva gracias a tramas asombrosas, personajes inolvidables y una esmerada documentación que le ha valido el unánime reconocimiento internacional. 

Traducido a más de quince idiomas, su fulgurante carrera le ha convertido en el primer español cuya traducción al inglés alcanza el número uno absoluto de ventas en EE.UU. en la lista de Amazon, en todos los géneros y todas las categorías. Su primera novela, La escriba, 2008, se alzó con el Prix des Lecteurs Selection 2010, y fue finalista del Prix Fulbert de Chartres. El lector de cadáveres, 2011, obtuvo el Premio Internacional de Novela Histórica Ciudad de Zaragoza y el Prix Griffe Noire, y fue seleccionada para los Edgar Allan Poe Awards USA en la categoría Best Paperback Original. Con la consecución del Premio de Novela Fernando Lara 2015, con El último paraíso, Antonio Garrido se confirma como uno de los más destacados talentos de nuestra literatura y une su nombre al de ganadores de anteriores ediciones como Terenci Moix, Ángeles Caso, Francisco Umbral o Zoé Valdés.




¿Qué mortales secretos se ocultan en un simple ramo de flores? Un trepidante thriller histórico ambientado en la Inglaterra victoriana.

En el Londres industrial de mediados del siglo xix, Rick Hunter es un «cazarrecompensas» que sobrevive vendiéndose al mejor postor y al que acompaña un oscuro deseo de venganza.

Tras escapar de una mortal emboscada, una extraña pista le conduce hasta una exclusiva floristería, cuya propietaria es experta en el lenguaje de las flores, conocimientos que le han granjeado el favor de poderosos y aristócratas, deseosos de comunicar sus pasiones secretas a través de las plantas.

Rick consigue un trabajo como aprendiz, y descubre que lo que parecía un lujurioso entretenimiento se corresponde con un sofisticado sistema de mensajes entre personajes extremadamente peligrosos: el ambicioso Gustav Gruner, cónsul de Alemania; Lord Bradbury, un rico filántropo; Daphne Loveray, una bella y enigmática mujer casada con un indeseable y Karum, un sádico nativo de las colonias.

A partir de ese instante se desencadenará una endiablada trama de crímenes en una ciudad que solo vive para la inauguración de la primera Exposición Universal, el momento en el que el Imperio británico demostrará al mundo todo su poder... o en el que podrá derrumbarse si Rick no descubre la verdad.





Hace casi un año, en plena Feria del Libro de Madrid, #SoyYincanera tuvo la suerte de mantener un encuentro con José Luis Gil Soto, en el que estuvimos hablando, largo y tendido, de su novela Madera de Savia azul. Además de darle un buen repaso a la obra, que prácticamente acabábamos de leer y nos tenía enamoradas, nos contó algunas anécdotas al hilo del momento de promoción en que se hallaba inmerso el autor. Una de ellas se refería a que cuando acudía a algunas librerías, se la encontraba en los anaqueles más variopintos, catalogada como romántica en el mejor de los casos. Obviamente, es una novela difícil de clasificar, porque aunque apunta maneras de fantástica, carece de los rasgos más significativos. Con esto no quiero decir que sea mejor ni peor ceñirse a un género concreto, sino que, indudablemente, es difícil de etiquetar por ello y aun así, gustará a los amantes de ese género. Y a los de cualquier otro.

Porque la realidad es que hoy en día, del mismo modo en que nacen más géneros –o subgéneros- que setas en otoño, en una misma novela nos podemos encontrar un poco de todo. Algo así ocurre con El jardín de los enigmas, que hay quienes la tildan de novela de aventuras mientras otros se decantan por el de thriller histórico y, aunque apunta maneras de ambas cosas, sinceramente no es una cosa ni la otra y, sin embargo, tampoco es que importe mucho, porque es un lujo para el lector que huye de géneros y solo busca pasar unas horas de entretenimiento. Y lo consigue desde la primera página porque su trama enamora, como poco.

¿Y qué tiene esta novela para enamorar a cualquiera más allá del género al que pertenezca que, imagino, es lo más secundario?. Pues muy sencillo: tiene los ingredientes básicos y necesarios que hacen que cualquier historia funcione: un argumento sólido, una trama que te envuelve, un misterio (o varios, como es el caso) que resolver, unos personajes fascinantes, un momento histórico atractivo y un escenario en el que perderse. Y algo más que descubrirás cuando abras el libro.

Del argumento poco más puedo contar que lo que se dice en la sinopsis del libro, puesto que recoge lo esencial. Al inicio de la novela nos encontramos con Rick Hunter, quien, junto a su socio Joe Sanders, trabajan como cazarrecompensas. Ya, desde las primeras páginas también, intuimos que el protagonista tiene un punto incómodo, pues esconde más que muestra y está obsesionado con consumar una venganza que, a priori, parece complicada porque ni siquiera conoce al responsable que la ha motivado.


Cuando decide dejar a su socio, al que no soporta, este le tiende una trampa que se convierte en una encerrona mortal, de la que sale vivo por los pelos y con una pista en el interior de un fusil. Esta le lleva a una floristería donde consigue un trabajo que le permite conocer mejor a su propietaria, una mujer que conoce “el secreto de las flores”, un singular sistema de comunicación que se utilizaba en los harenes turcos que el rey Carlos II importó en el siglo XVII y que servía para que los enamorados (y los no tanto) se comunicasen al margen de los puritanismos de la época. Sin embargo, dos siglos después, este mismo método se ha convertido en un código criptográfico al servicio del espionaje inglés en ultramar y, a partir de aquí, se desata un torbellino de situaciones en una trama envolvente que te mantendrá en vilo hasta su desenlace.


Por otro lado, dado que en la novela hay misterio para exportar, este también viene acompañado de la mano de los personajes que protagonizan esta historia. Por más vueltas que le des, la mayoría son fascinantes. Es verdad que no todos pueden ser protagonistas, pero sí tienen una parcela que, como tal, la bordan, porque todos tienen algo o mucho que esconder. Caben en este elenco todo tipo de prototipos: el personaje poliédrico (por la variedad de peculiaridades que podemos observar en su comportamiento o en su carácter, cualidades estas que incluso pueden llegar a entrar en conflicto); el personaje singular (que surge para dejar su impronta y luego desaparece); el personaje plano (sin apenas complejidad, prácticamente esbozos de sí mismos) o el personaje redondo (muy elaborados y con un importante bagaje emocional):

- Rick Hunter: Sin lugar a dudas, es el gran protagonista de esta historia. Como os comentaba, desde el principio se hace un poco incómodo, empezando porque tiene una identidad falsa y lo único que transmite es un deseo inusitado e incluso enfermizo de venganza. Choca también que siendo una persona a todas luces instruida, con grandes conocimientos de botánica, sea capaz de trabajar con alguien tan zafio como su socio. Bien parecido, sus ojos son verdes y los labios gruesos enmarcados por una mandíbula esculpida a cincel, tiene el busto atestado de cicatrices, ha estado en la cárcel una corta temporada, aunque también sabemos que ha vivido en la India. Y poco más.

- Joe Sanders: Es el socio de Rick, aunque a la hora de repartir ganancias, el porcentaje de uno nada tiene que ver con el del otro. Ambos pertenecen a los Bow Street Runners, cuyos miembros eran llamados «thief-takers» (cazarrecompensas) aquel mítico y poco recomendable cuerpo de policía que existió en Londres por aquellas fechas, creado a instancias de Henry Fielding tras ser nombrado magistrado del tribunal de Bow Street (de ahí su nombre). Es un tipo violento e infame y su vida gira en torno al dinero. Rick lo aborrece y casi desde sus inicios sabe que su asociación tiene fecha de caducidad, solo que liquidarla puede resultar peligroso. Y así ocurre cuando se lo plantea y este le tiende una emboscada mortal de necesidad, de la que Rick sale airoso por los pelos.

- Memento Mori: Es el único amigo de Rick, la única persona en la que confía plenamente y también el único personaje capaz de enternecernos. Podría tener la misma edad de su padre. Tiene el rostro desfigurado a raíz de una explosión que sufrió hace años, en la que, además, perdió los párpados, lo cual intenta disimular llevando unas gafas oscuras y, para evitar las burlas, vive –o malvive-, por decisión propia, en el almacén del correccional de Southwark, tras llegar a ese acuerdo con los patrones del establecimiento, por lo que puede entrar y salir de allí sin problemas. Se gana la vida reparando y transformando máquinas que luego vende a determinados talleres, aunque su verdadera afición es la de la fotografía, en particular la que realiza a los muertos y de ahí su sobrenombre.

- Daphne Loveray: Aristócrata por matrimonio, es una joven tan inteligente como enigmática y poseedora de una gran belleza. Es clienta de la floristería de Hellen Hartford y amiga de su propietaria. Es culta, habla varios idiomas y tiene grandes conocimientos en matemáticas, lo que le permite colaborar con el Foreign Office, aunque nadie sabe nunca ni dónde está ni a qué se dedica, incluido su propio marido. Este personaje está inspirado en la figura de Ada Lovelace, la que fuera hija de Lord Byron y que en base a sus conocimientos matemáticos inventó el primer lenguaje de computación.

- Hellen Hartford: Nacida en Edimburgo, es la propietaria de la floristería “Pasión de Oriente” y el último bastión de una estirpe de jardineros reales que se remonta a seis generaciones de jardineros reales y que surtían de flores a la nobleza desde un siglo antes. Es viuda, quizás por eso y por la época en que transcurre la novela no ha abandonado el luto, algo que, por un lado, es incapaz de disimular su corpulencia y, por otro, su mal gusto vistiendo. A nivel personal es arisca y severa, aunque siempre temerosa por algo que es incapaz de verbalizar. Y resulta curioso, porque cuando empiezan a sucederse asesinatos a su alrededor, no acierta a entender que algo oscuro se cierne sobre su negocio. Obtuvo, gracias a la mediación de un buen amigo, la concesión de la decoración floral de los pabellones de ultramar en la Exposición Universal, lo que le permitirá un buen desahogo económico, dado que desde que murió su marido, no pasa por sus mejores momentos; de hecho, llegó a cerrar el negocio, hasta que las deudas empezaron a acuciarla.

- Penny Ryan: Dependienta en “Pasión de Oriente”. Al igual que su jefa, también ha nacido en Edimburgo y antes de trabajar en la floristería ejerció la prostitución. Delgada y de aspecto demacrado y enfermizo, hay que añadirle una dentadura ruinosa, posiblemente como consecuencia de una mala alimentación y escasa limpieza. Más que una chismosa, es una cotilla de manual, algo que juega en favor de Rick, ya que puede sonsacarle información personal sobre Hellen Hartford. 

- Lord Brandbury: Anciano y rico filántropo amigo del difunto Sr. Hartford; de hecho, cuando este fallece y la viuda se encuentra con problemas económicos, se convierte en su mecenas. También es el valedor de Daphne Loveray en el Foreing Office. Es un enamorado de las flores y de todo lo que tiene que ver con la naturaleza, sobre todo desde que perdió movilidad como consecuencia de un accidente. Viste de manera impecable y usa una impecable peluca blanca. De siempre, se le ha considerado un empresario de éxito y su influencia en el gobierno es más que palpable.

- Gustav Gruner: Cónsul de Alemania, asesor personal del príncipe Alberto –esposo de la reina Victoria y principal impulsor de la Exposición Universal-, tambiés es el responsable de la seguridad del Crystal Palace. Soberbio hasta la saciedad, desde el primer momento se postula como un personaje antipático que despierta todo tipo de sospechas.

- Karum Daswani: Responsable del pabellón de las Indias Orientales en el Crystal Palace. Es un empresario con intereses comerciales en Londres. De gran corpulencia, tez cetrina y porte distinguido, apenas se le nota el acento, dado que se expresa en un perfecto inglés. Además de otros negocios, dirige un famoso den, un fumadero de opio donde también se practica la prostitución y al que acuden los altos funcionarios del estado, los comerciantes más influyentes e incluso la nobleza.

¿Y qué decir de los escenarios? Antonio Garrido lleva al lector al Londres victoriano más señorial, también al más inmundo, para mostrarnos la vida en un tiempo apasionante, de profundos cambios. Ante nosotros se despliega una ciudad que vive expectante los momentos preliminares a la inauguración de su primera Exposición Universal, celebrada en 1851 y concebida para evidenciar el progreso del mundo; de hecho, se la conoció con el nombre de Gran Exposición de los Trabajos de la Industria de todas las Naciones (Great Exhibition of the Works of Industry of all Nations, en inglés).

Porque Londres, en El jardín de los enigmas, no es un escenario al uso, sino que apunta maneras de protagonista indiscutible en esta novela y nos vamos a pasear por la ciudad junto a sus protagonistas para conocerla a fondo, en particular los siguientes enclaves:

- Seven Dials: En las primeras páginas de la novela nos encontramos a Rick Hunter y a su socio, Joe Sanders, en un antro de medio pelo, El Ganso Negro, situado en este barrio que, por aquel entonces, era uno de los más peligrosos y marginales de la capital, al norte de Covent Garden. Han acudido allí para dar un escarmiento a Bob Fatty, el pérfido dueño del local.

- Bayswater: Una extraña pista lleva a Rick Hunter a este distrito situado en el centro de Londres, al norte de Hyde Park y a poco menos de cinco kilómetros de Charing Cross. Allí se halla la floristería Pasión de Oriente, en el número 57 de Portobello Lane, regentada por Hellen Hartford. Se trata de un barrio tranquilo, por el que todavía se puede pasear sin que te atropelle un vehículo de transporte colectivo. De hecho, Rick Hunter lo describe así: «A diferencia de otros barrios de Londres, el oeste de Bayswater se asemejaba a un apacible pueblecito en el que sus vecinos hubieran logrado impedir que el avance de la civilización arruinase la tranquilidad de sus vidas. Por lo que pudo apreciar, en aquel lugar aún se podía cruzar la calle sin temor a que un ómnibus te atropellara mientras admirabas los pequeños bosques que surgían entre casa y casa».

- Jardines de Cremorne: Aunque hoy en día solo quedan vestigios de lo que antaño fueron, en 1851, mientras transcurre la trama de esta novela, lucían en todo su esplendor. Estos jardines se hallaban en la rivera del Támesis, entre Chelsea Harbour y el final de King's Road. Fue precisamente el lugar elegido por Lord Bradbury para celebrar su cumpleaños, al que asistieron la mayor parte de los personajes de la novela. A través de la mirada de Rick podemos hacernos una idea de su auge y de la cantidad de atracciones con las que contaba el recinto: en la zona suroeste de los jardines construyeron una imponente pagoda, resplandeciente en cuanto a iluminación, en cuya plataforma circular cabían hasta cuatro mil bailarines. También había un circo, un teatro, un restaurante e incluso un globo aerostático y fuegos artificiales.

La plataforma de baile en Cremorne Gardens.
Foto cortesía de Wikipedia

- Crystal Palace: Una magnífica construcción de hierro fundido y cristal levantada en el Hyde Park, en Londres, con motivo de la Gran Exposición mundial de 1851. Su planta, de diseño innovador, constituida por una nave principal y galerías longitudinales, se convirtió en todo un símbolo de modernidad. Está exquisitamente descrito en el libro, tanto su aspecto exterior como el interior y es, precisamente, ese jardín de los enigmas al que hace referencia el título de la novela, adornado en profusión por las flores y plantas servidas desde “Pasión de Oriente” y donde se dan cita todos los personajes que tienen relevancia en la trama.





Antonio Garrido domina a la perfección el manejo de las fuentes, no en vano, en esta novela cobra incluso una inusual importancia la lectura de la “Nota del autor” que podemos encontrar al final del libro, para apreciar con mayor intensidad la narración de unos hechos y unos personajes tan reales como impactantes, veteados de acción e intriga. También seremos conocedores del germen de esta historia y, obviamente, de las licencias que se ha tomado. No obstante, os adelanto que es una novela adictiva, que se más que leerse, se devora, con el aliciente de que en ella, el autor, ha hecho un especial homenaje a las lecturas anglosajonas de su infancia y juventud y que te llevará a rememorar otros personajes, otras situaciones, para encontrar paralelismos. No me diréis que no es una buena opción para este confinamiento, ¿verdad?





jueves, 7 de mayo de 2020

UN PERFECTO CABALLERO, de Pilar Eyre



DATOS TÉCNICOS:

Título: UN PERFECTO CABALLERO
Autora: Pilar Eyre
Editorial: Planeta
Colección: Autores Españoles e Iberoamericanos
ISBN: 978-84-08-21561-5
Páginas: 368
Presentación: Tapa dura con sobrecubierta





Cuando empezó este confinamiento provocado por el COVID-19 pensé que mi vida diaria se convertiría en una orgía de papel, que leería por encima de mis posibilidades. Craso error y no precisamente porque haya descubierto un nuevo mundo lleno de posibilidades, que haya sido capaz de reinventarme y disfrutar de un montón de aficiones que creía dormidas. No. La realidad es que he comenzado más de una docena de libros que, seguramente, en otro momento menos disperso me hubiesen encantado, pero no hay manera, me cuesta concentrarme un montón y, de reseñar, ya lo dejamos para otro lustro.

Por eso, y con las expectativas por los suelos, me acerqué a la estantería donde algunos libros duermen el sueño de los justos buscando alguna historia de esas que guardo para momentos más amables. ¿He dicho “amable”? ¿Veis cómo tengo la cabeza? Pues eso.

El caso es que este libro cumplía dos de las premisas que hacían que no me atrajera especialmente: una era que transcurre durante la posguerra franquista, época con la que nunca me he llevado bien; la otra era que a su autora la conocía no por su obra, sino como persona mediática, algo que, a priori, suele echarme para atrás. No obstante, ya sabéis quienes me conocéis bien que en cuestiones de literatura he hecho mía aquella célebre frase de Groucho Marx: “Estos son mis principios y si no le gustan, tengo otros” y, por ello, cuando me la recomendaron tan insistentemente, allá por octubre de 2019, no pude resistirme a ella y ahora tengo clarísimamente las razones: solo os adelanto que Un perfecto caballero es una de esas lecturas de las que no se sale indemne y menos en estos tiempos de aflicción, porque, aunque seas incapaz de leer dos páginas seguidas por la razón que sea, te atrapará en su trama y no podrás dejar de leer.



Pilar Eyre (Barcelona, 1951) estudió Filosofía y Letras y Ciencias de la Información. Ha ejercido el periodismo como columnista, entrevistadora y reportera en diversos periódicos y revistas (Hoja del Lunes, Mundo Diario, La Vanguardia, Interviú, El Periódico de Catalunya, El Mundo y Lecturas) y ha colaborado también en varias emisoras de radio y televisión. Es autora de numerosos libros, entre ellos Dos Borbones en la corte de Franco; Secretos y mentiras de la Familia Real; Ricas, famosas y abandonadas; Vips: Todos los secretos de los famosos; Mujeres, veinte años después; Cibersexo, La reina de la casa y Franco confidencial. También es autora de las novelas Todo empezó en el Marbella Club y Callejón del olvido, y de la biografía Quico Sabaté, el último guerrillero. Sus relatos históricos Ena, Pasión imperial, María la Brava y, sobre todo, La soledad de la reina la han convertido en todo un fenómeno editorial. En 2014 resultó finalista del Premio Planeta con su novela Mi color favorito es verte, que tuvo una gran acogida de los lectores, al igual que su continuación: Nomeolvides. En 2018 Pilar Eyre publicó Carmen la rebelde, una novela sobre la bella historia de amor que mantuvieron el rey Alfonso XIII y la actriz Carmen Ruiz Moragas.




En enero de 1939, las tropas de Franco entran triunfantes en Barcelona. Con ellas va Mauricio Casasnovas, guapo como un artista de cine. Es el heredero de una empresa textil, al que espera una mujer sumisa y un futuro dorado de noches en el Liceo, los mejores sastres y fulanas de lujo. Pero la brutalidad de la guerra ha abierto una grieta en su corazón que no deja de agrandarse. Mauricio, a pesar de estar casado, conoce por primera vez el amor y la pasión con una obrera de su fábrica, cuyo marido está encarcelado. Atormentado al no poder poseer a esta mujer por completo, Mauricio comete un hecho terrible cuya culpa lo perseguirá para siempre. Además, su vida conyugal esconde un enigma tan devastador y sorprendente que ni él ni nadie ha podido sospecharlo jamás. 

Pilar Eyre nos invita a mirar por el ojo de la cerradura los secretos más ocultos, fascinantes y vergonzosos de una Barcelona de contrastes, desde las orgías en el hotel Ritz a las devotas misas de doce. La vida íntima de sus protagonistas en pisos elegantes o en humildes cuevas. Criados y señores, pobres y ricos, honrados y canallas cuentan su magnética historia con un final tan arrebatador como todo el libro.




Era el amanecer del 26 de enero de 1939 cuando las vanguardias de los cuerpos de Ejército de Marruecos, mandadas por el general Barrón, y de Navarra, comandada por los generales Juan Bautista Sánchez González, Camilo Alonso Vega y José Asensio Cabanillas, llegaron al Tibidabo. Se encontraron una ciudad vencida, prácticamente exánime, porque cuatro días antes el Gobierno de Negrín y la Generalitat habían sido evacuados, mientras lo poco que quedaba del ejército republicano intentaba proteger la línea del río Llobregat. 

Uno de esos hombres que marchaba “para liberar Barcelona del yugo rojo” junto al tercio de requetés de Montserrat era Mauricio Casasnovas Feliú, un joven de tan solo veinte años cuando empezó la contienda pero que ese día, para algunos glorioso, se sentía un anciano. Melena rubia de rizos abundantes, guapo a rabiar, largas y abundantes pestañas y barbilla partida como la de un galán de cine. A su lado se encontraba Jaime Bofill, quien más tarde sería condecorado individualmente con la Cruz Laureada de San Fernando y el causante de que se hubiese alistado con los requetés antes de ser movilizado, junto con los de su quinta, por el ejército republicano. Juntos lucharon en el Frente de Aragón, defendiendo la posición de Codo.

Y en la actual plaza de Francesc Macià, que cuando Mauricio marchó al frente se llamaba Hermanos Badía y aquel mismo día de su vuelta pasó a denominarse Calvo Sotelo, observó la ventana de su casa, aquel primer piso recién estrenado del emblemático edificio en forma de herradura, donde se había congregado a vitorearles parte de su familia: Conchita, la joven a la que sedujo la noche del 23 de junio previo al alzamiento militar en los establos del Club de Polo y con la que se casaría precipitadamente al quedarse embarazada; o su madre, de luto riguroso y más avejentada que como la dejó; o su suegro, nadando y guardando la ropa a la vez, sin significarse mucho no fuera a ser que este triunfo que hoy se constataba fuese flor de un día. A su hermano Miquel lo encontró junto a un grupo de adolescentes en el hoy desaparecido Club de Golf de Pedralbes.

En la Diagonal, frente a la iglesia de Pompeya estaban los ocho hijos de un juez gallego, los Eyre: las cinco hermanas: Marina, Esther, Maruja, María Dolores y Ofelia, así como Antonio -el benjamín-, Paco –falangista sublevado-, y Vicente, amigo y compañero de aula de Mauricio en el único curso de Arquitectura que comenzaron, pero que la guerra truncó. 

Y de pronto, en el cruce de Diagonal con Paseo de Gracia, Mauricio quiso morir. Ante sí pasó su vida como una exhalación: el pasado y el presente, mientras una tristeza insondable le devoraba. No encontró armas con las que enfrentarse a un futuro incierto y cayó inconsciente en medio de los aplausos a los vencedores. Fueron, precisamente, las hermanas Eyre quienes lo recogieron junto a Jaime Bofill para llevarlo al Hospital Clínico y más tarde a su casa. El médico de familia no supo diagnosticar qué enfermedad sufría y le recomendó aislamiento y reposo absoluto. Y así lo hizo durante semanas, aunque para ello su mujer, el niño, la sirvienta, la niñera y su hermano Miquel fueron enviados a Can Prat, en Aguilar de Segarra, una casona a medio camino de la demolición, rodeada de tierras de secano, propiedad de Conchita por dote matrimonial y donde pasó su infancia junto “al Nuri”, el hijo los guardeses de la finca.

La convalecencia duró meses, hasta que su suegro le sacó del letargo en el que se hallaba sumido con una arenga patriótica que galvanizó sus anhelos más primarios. Le apremió para que tomara las riendas de esa fábrica, heredada de su padre que en los días previos a la Guerra Civil -el 15 de julio de 1936-, decidió suicidarse. Un hombre que trabajó con arrojo hasta ese momento, fiel al legado recibido como continuador de una saga que se inició en el siglo XVIII haciendo fortuna en América para luego establecerse en Sabadell, a orillas del río Ripoll y así aprovechar las aguas subterráneas vitales para poder atender las actividades propias de la industria textil.

Y Mauricio dejó de ser Maurisiet para volver a la actividad como si no hubiese un mañana. Acudió a la fábrica para reunirse con Molins, el encargado de la misma y el que la mantuvo a flote durante los años que duró la contienda, así como con un pequeño grupo de trabajadores a modo de comité de bienvenida. Y aquel día, 1 de abril de 1939, en el taller de lavado, reparó en una de las obreras, Amparo. Y se enamoró perdidamente de ella, un poco más que nosotros, eso sí, porque es un personaje conmovedor.

Le llevó su tiempo conquistarla, pero lo consiguió. No fue fácil, porque Amparo Cortés, que carecía de todo lo se compra con dinero, tenía dignidad a espuertas. Y nunca la perdió, a pesar de convertirse en su “querida” (que quizás era la definición más amable de cuantas se utilizaban en la época). Lo curioso es que cuando esta relación se conoció por el entorno de Mauricio, la gente no se escandalizaba de que Mauricio tuviese una amante, algo habitual en la época, sino de que se hubiese enamorado de ella. Tampoco creáis que esta historia de amor es la excusa perfecta para crear una urdimbre donde la lucha de clases salga a relucir. No. Lo que esta situación origina es que podamos conocer el entorno de uno y otro, con lo de crítica social implica.


Con Mauricio conoceremos el ir y venir de la burguesía catalana. La de los ganadores. La que lo mismo acudía a misa de doce con parada ineludible para tomar el aperitivo en el Sandor que por la noche organizaba una timba de póker que acababa en orgía en el Ritz en la que no faltaba ni el champán francés, la cocaína o las prostitutas. Esa oligarquía que se movía en los escenarios más emblemáticos de una Barcelona empeñada en soslayar una guerra que querían olvidar entre el lujo y la diversión. La misma que acudía a Madrid, untando a quien correspondiera, echando mano de cuantas corruptelas fueran necesarias para sacar adelante sus negocios, sus fábricas. Porque lo de las puertas giratorias de hoy en día no es un invento de este siglo, sino que tiene su origen en aquellos momentos. De hecho, por la novela vemos desfilar algunos nombres ilustres, como el joven Juan Antonio Samaranch, hijo de un empresario textil de Molins de Rey amigo del padre de Mauricio, o Carlos Sentís, que aunque era periodista, acudía desde la redacción de La Vanguardia al Círculo o al Liceo con su uniforme de alférez de regulares, por poner un par de ejemplos, porque hay todo un elenco de personajes que cuando los reconoces, bien por su nombre real o por otro al que la autora se lo ha cambiado, te das cuenta que muchos de los que hoy entonan Els Segadors, como si les fuera la vida en ello, son hijos o nietos de otros que en su día cantaban el Cara al sol vestidos con una camisa azul.


Será a través de Amparo como conoceremos la otra cara de la moneda, la de los perdedores. Ella era maestra en Cieza antes de que comenzara la guerra. Emigró a Barcelona cuando encarcelaron a su marido, Germinal, un profesor libertario y republicano condenado a treinta años por un delito que no había cometido. Y llegó a la Ciudad Condal andando, acompañada de un perro, con la única intención de poderle visitar una vez a la semana en la cárcel Modelo. Nunca dejó de hacerlo, hasta que este murió sin recibir un mínimo de atención. Como cientos de personas en aquella época, recaló en Sabadell y empezó a trabajar en la fábrica de Mauricio. Y vivía, como muchos otros inmigrantes que acudieron en oleadas a las puertas de las fábricas deslomándose por un salario ínfimo que no les permitía pagar un alquiler modesto, en las cuevas de Sant Oleguer, en condiciones miserables porque esas infraviviendas apenas medían poco más que cinco metros cuadrados, lo justito para dormir. Esta es solo una de las tremendas situaciones que viviremos con su relato, pero hay algunas más. Ninguna buena.

Y es que Un perfecto caballero es una novela de amor y de celos, de amistad, de perdón, de soledad, de penurias y de codicia, que nos impele a mirar hacia el pasado, porque también es el relato de la Barcelona de la posguerra, la radiografía de una época que tuvo que dejar en un rincón olvidado lo más primigenio de su carácter, sus señas de identidad, para adaptarse a los nuevos tiempos. Y lo hizo, con vencedores y vencidos. Todo esto se relata con una precisión exquisita. Al estilo de la autora, fresco y brillante, que no abusa de artificios ni adornos literarios, se suma la cuidadosa información que Pilar Eyre ha ido recogiendo de sus propias vivencias, de sus recuerdos más recónditos, de sus familiares, junto con una labor de documentación delicadamente tamizada hasta el punto de resultar natural para el lector.

Y quiero incidir precisamente en la parte más personal de la novela, porque la narradora de esta historia no es otra que la propia autora quien, siendo niña, asistió como testigo de excepción a conversaciones veladas que escuchaba detrás de las puertas o, tiempo después, en las sobremesas rodeada de su familia y este libro no es otra cosa que un sentido homenaje a los suyos, porque cada una de las situaciones que se dan en la novela, son absolutamente reales. 




Decía Arturo Pérez-Reverte: “La derrota es algo inherente a la condición humana, al hecho de vivir y de pelear. Por mucho que venzas, siempre al final hay alguien que te derrota, siempre hay un Rocroi, por mucho que triunfes siempre hay un iceberg esperando al Titanic”. Algo similar ocurre en esta novela con Mauricio Casasnovas que, cual Titanic, navega por las aguas procelosas en las que se ha convertido su propia vida, que le ataca por diversos frentes: sus anhelos, las decisiones tomadas, muchas veces arriesgadas, algunas equivocadas o los secretos en los que se ve envuelta su existencia, acaba venciéndolo, a pesar de sí mismo. Y descubrirlo, en un final memorable, es toda una experiencia lectora que te invito a que experimentes, cuanto antes, mejor.