jueves, 7 de mayo de 2020

UN PERFECTO CABALLERO, de Pilar Eyre



DATOS TÉCNICOS:

Título: UN PERFECTO CABALLERO
Autora: Pilar Eyre
Editorial: Planeta
Colección: Autores Españoles e Iberoamericanos
ISBN: 978-84-08-21561-5
Páginas: 368
Presentación: Tapa dura con sobrecubierta





Cuando empezó este confinamiento provocado por el COVID-19 pensé que mi vida diaria se convertiría en una orgía de papel, que leería por encima de mis posibilidades. Craso error y no precisamente porque haya descubierto un nuevo mundo lleno de posibilidades, que haya sido capaz de reinventarme y disfrutar de un montón de aficiones que creía dormidas. No. La realidad es que he comenzado más de una docena de libros que, seguramente, en otro momento menos disperso me hubiesen encantado, pero no hay manera, me cuesta concentrarme un montón y, de reseñar, ya lo dejamos para otro lustro.

Por eso, y con las expectativas por los suelos, me acerqué a la estantería donde algunos libros duermen el sueño de los justos buscando alguna historia de esas que guardo para momentos más amables. ¿He dicho “amable”? ¿Veis cómo tengo la cabeza? Pues eso.

El caso es que este libro cumplía dos de las premisas que hacían que no me atrajera especialmente: una era que transcurre durante la posguerra franquista, época con la que nunca me he llevado bien; la otra era que a su autora la conocía no por su obra, sino como persona mediática, algo que, a priori, suele echarme para atrás. No obstante, ya sabéis quienes me conocéis bien que en cuestiones de literatura he hecho mía aquella célebre frase de Groucho Marx: “Estos son mis principios y si no le gustan, tengo otros” y, por ello, cuando me la recomendaron tan insistentemente, allá por octubre de 2019, no pude resistirme a ella y ahora tengo clarísimamente las razones: solo os adelanto que Un perfecto caballero es una de esas lecturas de las que no se sale indemne y menos en estos tiempos de aflicción, porque, aunque seas incapaz de leer dos páginas seguidas por la razón que sea, te atrapará en su trama y no podrás dejar de leer.



Pilar Eyre (Barcelona, 1951) estudió Filosofía y Letras y Ciencias de la Información. Ha ejercido el periodismo como columnista, entrevistadora y reportera en diversos periódicos y revistas (Hoja del Lunes, Mundo Diario, La Vanguardia, Interviú, El Periódico de Catalunya, El Mundo y Lecturas) y ha colaborado también en varias emisoras de radio y televisión. Es autora de numerosos libros, entre ellos Dos Borbones en la corte de Franco; Secretos y mentiras de la Familia Real; Ricas, famosas y abandonadas; Vips: Todos los secretos de los famosos; Mujeres, veinte años después; Cibersexo, La reina de la casa y Franco confidencial. También es autora de las novelas Todo empezó en el Marbella Club y Callejón del olvido, y de la biografía Quico Sabaté, el último guerrillero. Sus relatos históricos Ena, Pasión imperial, María la Brava y, sobre todo, La soledad de la reina la han convertido en todo un fenómeno editorial. En 2014 resultó finalista del Premio Planeta con su novela Mi color favorito es verte, que tuvo una gran acogida de los lectores, al igual que su continuación: Nomeolvides. En 2018 Pilar Eyre publicó Carmen la rebelde, una novela sobre la bella historia de amor que mantuvieron el rey Alfonso XIII y la actriz Carmen Ruiz Moragas.




En enero de 1939, las tropas de Franco entran triunfantes en Barcelona. Con ellas va Mauricio Casasnovas, guapo como un artista de cine. Es el heredero de una empresa textil, al que espera una mujer sumisa y un futuro dorado de noches en el Liceo, los mejores sastres y fulanas de lujo. Pero la brutalidad de la guerra ha abierto una grieta en su corazón que no deja de agrandarse. Mauricio, a pesar de estar casado, conoce por primera vez el amor y la pasión con una obrera de su fábrica, cuyo marido está encarcelado. Atormentado al no poder poseer a esta mujer por completo, Mauricio comete un hecho terrible cuya culpa lo perseguirá para siempre. Además, su vida conyugal esconde un enigma tan devastador y sorprendente que ni él ni nadie ha podido sospecharlo jamás. 

Pilar Eyre nos invita a mirar por el ojo de la cerradura los secretos más ocultos, fascinantes y vergonzosos de una Barcelona de contrastes, desde las orgías en el hotel Ritz a las devotas misas de doce. La vida íntima de sus protagonistas en pisos elegantes o en humildes cuevas. Criados y señores, pobres y ricos, honrados y canallas cuentan su magnética historia con un final tan arrebatador como todo el libro.




Era el amanecer del 26 de enero de 1939 cuando las vanguardias de los cuerpos de Ejército de Marruecos, mandadas por el general Barrón, y de Navarra, comandada por los generales Juan Bautista Sánchez González, Camilo Alonso Vega y José Asensio Cabanillas, llegaron al Tibidabo. Se encontraron una ciudad vencida, prácticamente exánime, porque cuatro días antes el Gobierno de Negrín y la Generalitat habían sido evacuados, mientras lo poco que quedaba del ejército republicano intentaba proteger la línea del río Llobregat. 

Uno de esos hombres que marchaba “para liberar Barcelona del yugo rojo” junto al tercio de requetés de Montserrat era Mauricio Casasnovas Feliú, un joven de tan solo veinte años cuando empezó la contienda pero que ese día, para algunos glorioso, se sentía un anciano. Melena rubia de rizos abundantes, guapo a rabiar, largas y abundantes pestañas y barbilla partida como la de un galán de cine. A su lado se encontraba Jaime Bofill, quien más tarde sería condecorado individualmente con la Cruz Laureada de San Fernando y el causante de que se hubiese alistado con los requetés antes de ser movilizado, junto con los de su quinta, por el ejército republicano. Juntos lucharon en el Frente de Aragón, defendiendo la posición de Codo.

Y en la actual plaza de Francesc Macià, que cuando Mauricio marchó al frente se llamaba Hermanos Badía y aquel mismo día de su vuelta pasó a denominarse Calvo Sotelo, observó la ventana de su casa, aquel primer piso recién estrenado del emblemático edificio en forma de herradura, donde se había congregado a vitorearles parte de su familia: Conchita, la joven a la que sedujo la noche del 23 de junio previo al alzamiento militar en los establos del Club de Polo y con la que se casaría precipitadamente al quedarse embarazada; o su madre, de luto riguroso y más avejentada que como la dejó; o su suegro, nadando y guardando la ropa a la vez, sin significarse mucho no fuera a ser que este triunfo que hoy se constataba fuese flor de un día. A su hermano Miquel lo encontró junto a un grupo de adolescentes en el hoy desaparecido Club de Golf de Pedralbes.

En la Diagonal, frente a la iglesia de Pompeya estaban los ocho hijos de un juez gallego, los Eyre: las cinco hermanas: Marina, Esther, Maruja, María Dolores y Ofelia, así como Antonio -el benjamín-, Paco –falangista sublevado-, y Vicente, amigo y compañero de aula de Mauricio en el único curso de Arquitectura que comenzaron, pero que la guerra truncó. 

Y de pronto, en el cruce de Diagonal con Paseo de Gracia, Mauricio quiso morir. Ante sí pasó su vida como una exhalación: el pasado y el presente, mientras una tristeza insondable le devoraba. No encontró armas con las que enfrentarse a un futuro incierto y cayó inconsciente en medio de los aplausos a los vencedores. Fueron, precisamente, las hermanas Eyre quienes lo recogieron junto a Jaime Bofill para llevarlo al Hospital Clínico y más tarde a su casa. El médico de familia no supo diagnosticar qué enfermedad sufría y le recomendó aislamiento y reposo absoluto. Y así lo hizo durante semanas, aunque para ello su mujer, el niño, la sirvienta, la niñera y su hermano Miquel fueron enviados a Can Prat, en Aguilar de Segarra, una casona a medio camino de la demolición, rodeada de tierras de secano, propiedad de Conchita por dote matrimonial y donde pasó su infancia junto “al Nuri”, el hijo los guardeses de la finca.

La convalecencia duró meses, hasta que su suegro le sacó del letargo en el que se hallaba sumido con una arenga patriótica que galvanizó sus anhelos más primarios. Le apremió para que tomara las riendas de esa fábrica, heredada de su padre que en los días previos a la Guerra Civil -el 15 de julio de 1936-, decidió suicidarse. Un hombre que trabajó con arrojo hasta ese momento, fiel al legado recibido como continuador de una saga que se inició en el siglo XVIII haciendo fortuna en América para luego establecerse en Sabadell, a orillas del río Ripoll y así aprovechar las aguas subterráneas vitales para poder atender las actividades propias de la industria textil.

Y Mauricio dejó de ser Maurisiet para volver a la actividad como si no hubiese un mañana. Acudió a la fábrica para reunirse con Molins, el encargado de la misma y el que la mantuvo a flote durante los años que duró la contienda, así como con un pequeño grupo de trabajadores a modo de comité de bienvenida. Y aquel día, 1 de abril de 1939, en el taller de lavado, reparó en una de las obreras, Amparo. Y se enamoró perdidamente de ella, un poco más que nosotros, eso sí, porque es un personaje conmovedor.

Le llevó su tiempo conquistarla, pero lo consiguió. No fue fácil, porque Amparo Cortés, que carecía de todo lo se compra con dinero, tenía dignidad a espuertas. Y nunca la perdió, a pesar de convertirse en su “querida” (que quizás era la definición más amable de cuantas se utilizaban en la época). Lo curioso es que cuando esta relación se conoció por el entorno de Mauricio, la gente no se escandalizaba de que Mauricio tuviese una amante, algo habitual en la época, sino de que se hubiese enamorado de ella. Tampoco creáis que esta historia de amor es la excusa perfecta para crear una urdimbre donde la lucha de clases salga a relucir. No. Lo que esta situación origina es que podamos conocer el entorno de uno y otro, con lo de crítica social implica.


Con Mauricio conoceremos el ir y venir de la burguesía catalana. La de los ganadores. La que lo mismo acudía a misa de doce con parada ineludible para tomar el aperitivo en el Sandor que por la noche organizaba una timba de póker que acababa en orgía en el Ritz en la que no faltaba ni el champán francés, la cocaína o las prostitutas. Esa oligarquía que se movía en los escenarios más emblemáticos de una Barcelona empeñada en soslayar una guerra que querían olvidar entre el lujo y la diversión. La misma que acudía a Madrid, untando a quien correspondiera, echando mano de cuantas corruptelas fueran necesarias para sacar adelante sus negocios, sus fábricas. Porque lo de las puertas giratorias de hoy en día no es un invento de este siglo, sino que tiene su origen en aquellos momentos. De hecho, por la novela vemos desfilar algunos nombres ilustres, como el joven Juan Antonio Samaranch, hijo de un empresario textil de Molins de Rey amigo del padre de Mauricio, o Carlos Sentís, que aunque era periodista, acudía desde la redacción de La Vanguardia al Círculo o al Liceo con su uniforme de alférez de regulares, por poner un par de ejemplos, porque hay todo un elenco de personajes que cuando los reconoces, bien por su nombre real o por otro al que la autora se lo ha cambiado, te das cuenta que muchos de los que hoy entonan Els Segadors, como si les fuera la vida en ello, son hijos o nietos de otros que en su día cantaban el Cara al sol vestidos con una camisa azul.


Será a través de Amparo como conoceremos la otra cara de la moneda, la de los perdedores. Ella era maestra en Cieza antes de que comenzara la guerra. Emigró a Barcelona cuando encarcelaron a su marido, Germinal, un profesor libertario y republicano condenado a treinta años por un delito que no había cometido. Y llegó a la Ciudad Condal andando, acompañada de un perro, con la única intención de poderle visitar una vez a la semana en la cárcel Modelo. Nunca dejó de hacerlo, hasta que este murió sin recibir un mínimo de atención. Como cientos de personas en aquella época, recaló en Sabadell y empezó a trabajar en la fábrica de Mauricio. Y vivía, como muchos otros inmigrantes que acudieron en oleadas a las puertas de las fábricas deslomándose por un salario ínfimo que no les permitía pagar un alquiler modesto, en las cuevas de Sant Oleguer, en condiciones miserables porque esas infraviviendas apenas medían poco más que cinco metros cuadrados, lo justito para dormir. Esta es solo una de las tremendas situaciones que viviremos con su relato, pero hay algunas más. Ninguna buena.

Y es que Un perfecto caballero es una novela de amor y de celos, de amistad, de perdón, de soledad, de penurias y de codicia, que nos impele a mirar hacia el pasado, porque también es el relato de la Barcelona de la posguerra, la radiografía de una época que tuvo que dejar en un rincón olvidado lo más primigenio de su carácter, sus señas de identidad, para adaptarse a los nuevos tiempos. Y lo hizo, con vencedores y vencidos. Todo esto se relata con una precisión exquisita. Al estilo de la autora, fresco y brillante, que no abusa de artificios ni adornos literarios, se suma la cuidadosa información que Pilar Eyre ha ido recogiendo de sus propias vivencias, de sus recuerdos más recónditos, de sus familiares, junto con una labor de documentación delicadamente tamizada hasta el punto de resultar natural para el lector.

Y quiero incidir precisamente en la parte más personal de la novela, porque la narradora de esta historia no es otra que la propia autora quien, siendo niña, asistió como testigo de excepción a conversaciones veladas que escuchaba detrás de las puertas o, tiempo después, en las sobremesas rodeada de su familia y este libro no es otra cosa que un sentido homenaje a los suyos, porque cada una de las situaciones que se dan en la novela, son absolutamente reales. 




Decía Arturo Pérez-Reverte: “La derrota es algo inherente a la condición humana, al hecho de vivir y de pelear. Por mucho que venzas, siempre al final hay alguien que te derrota, siempre hay un Rocroi, por mucho que triunfes siempre hay un iceberg esperando al Titanic”. Algo similar ocurre en esta novela con Mauricio Casasnovas que, cual Titanic, navega por las aguas procelosas en las que se ha convertido su propia vida, que le ataca por diversos frentes: sus anhelos, las decisiones tomadas, muchas veces arriesgadas, algunas equivocadas o los secretos en los que se ve envuelta su existencia, acaba venciéndolo, a pesar de sí mismo. Y descubrirlo, en un final memorable, es toda una experiencia lectora que te invito a que experimentes, cuanto antes, mejor.




15 comentarios:

  1. Espero que encuentres más lecturas que te enganchen, a mí este libro me gustó cuando lo leí y me resultó interesante y recomendable .

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  2. El problema de concentración creo que lo hemos padecido todos. Y también que todos pensamos que íbamos a leer mucho más, que ingenuos. Nunca he leído una novela de Pilar Eyre y reconozco que me causa cierta curiosidad. Compartimos prevención sobre famosos que escriben libros. Parece ser que este no es caso habitual. Un beso.

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  3. Una recomendación que me apunto, porque últimamente no leo nada, pero por lo que dejas ver la novela tiene garra. Un beso

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  4. Bueno, como siempre sueles tener razón, empezaremos a dejar a Pilar Eyre en la estantería para leerla cuando se pueda. Lo cierto es que no lo he hecho por las mismas razones que tú, me tiraba para atrás su personaje. Me daré la oportunidad de rectificar. No me cabe duda de que el libro es bueno, y más aconsejado por tí, pero ¿sabes qué e pensado? que a veces los reseñadores le damos a un libro más valor añadido

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  5. Hola.
    Si te sirve de consuelo creo que somos unos cuantos a los que nos está costando concentrarnos en las lecturas. Respecto al libro reseñado me tienta la época y la historia en sí pero he intentado leer algún libro de esta autora y no he sido capaz de terminarlo así que no sé si me animaré a leerlo.
    Un saludo.

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  6. Conozco a la autora, pero no he leído nada suyo. Tienes toda la razón, es difícil concentrarse en la lectura.
    Un beso.

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  7. Pues no era una autora que me llamara mucho, que no me cae muy bien. Pero con tu reseña voy a empezar a pensar en darle una oportunidad.
    Besotes!!!

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  8. Cuando me paso por tu blog me doy cuenta de lo curradas que están tus reseñas. Eres capaz de hacer una disección de la historia y hacer que tenga ganas de leerla. Me la anoto.
    Gracias y te mando un beso.

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  9. Hola, de Pilar Eyre leí hace varios años Mi color favorito es verte y no terminó de convencerme, esto unido a que la escritora no me cae especialmente bien, no pensaba volver a leer nada suyo, pero he cambiado de opinión con tu estupenda reseña, así que me llevo la historia. Espero que ahora que vamos camino de una vida más normal ( y cruzo los dedos), puedas poco a poco disfrutar nuevamente de la lectura. Besinos.

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  10. Nunca he leído nada de Pilar Eire,... pero reconozco que tu reseña me ha dado razones para ello. Me ha encantado esa mezcla de una historia que nos es tan próxima y a la vez tan lejana. Me ha encantado!

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  11. Very nice post! Have a great weekend! 🌷🌷🌷 Stay safe! 🙏🙏🙏

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  12. ¡Hola, hola! No he leído a Pilar Eire pero desde hace un tiempo lleva llamándome, aunque todavía no me animo. Por lo que cuentas parece una buena obra por la que comenzar, me ha dejado con ganas de más. Parece estar bien y ser muy interesante. Me lo apunto^^

    ¡Nos leemos!

    XX ASH XX

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  13. ¡Hola, cielo!

    Yo también creí que durante la cuarentena leería más, o al menos vería más películas o series, pero no estaría pasando. Anduve desganada y sin ánimos, pero por lo que leí en la bloggósfera a varies le sucedió lo mismo.

    Qué bueno que a pesar de las casi nulas expectativas haya resultado una buena lectura.

    ¡Besos!

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  14. A mi con el personaje me pasa lo que a ti, con la autora aún no me he estrenado. Es una gran reseña la que has hecho de un libro que no dudo que sea magnífico, pero tengo un montón de pendientes en mi lista. Besos

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  15. ¡Hola!
    Pues amiga, qué decir... deambulo por esas mismas calles... más vale sonreír y augurarnos tiempos mejores :)
    Da gusto leer tus reseñas, aunque creas lo contrario puedo asegurarte que este coronavirus no ha mellado tu capacidad de escribir. En este caso no apuntaré el libro ya que lo llevo apuntado desde hace meses, pero gracias a tu hermosa reseña voy a otorgarle un ascenso en el escalafón de mis pendientes :))
    Un besote, cuídate mucho ;)

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