martes, 28 de diciembre de 2021

LA ARTISTA DE HENNA, de Alka Joshi

 

DATOS TÉCNICOS:

Título: LA ARTISTA DE HENNA

Título original: The henna artist

Autora: Alka Yoshi

Traductora: Ana Belén Fletes

Editorial: Maeva

ISBN: 978-84-18184-64-2

Páginas: 480

Presentación: Tapa dura

 

Nacida en Jodhpur, Rajasthan, India, Alka Yoshi ha vivido desde los nueve años en Estados Unidos. Tiene una licenciatura por la Universidad de Stanford y una maestría en bellas artes del California College of the Arts. Durante treinta años ha dirigido su propia agencia de publicidad y relaciones públicas. También ha participado en distintos talleres de escritura creativa que le han servido para afrontar la idea de debutar en el mundo literario con La artista de henna, su primera novela. En la actualidad está trabajando en la tercera parte (que tendrá como protagonista a Rhoda, la hermana de Lakshmi) de la que ya se ha llamado “La trilogía de Jaipur” (el segundo libro, que todavía no se ha publicado en España, se titula The Secret Keeper of Jaipur y gira en torno a Malik, el ayudante de Lakshmi) y en la adaptación para serie televisiva de la novela.

La artista de henna viene avalado como Libro del Año por la editorial, imagino que haciéndose eco del éxito alcanzado en Estados Unidos, país de residencia de la autora. Dicen de él que es uno de los éxitos sorpresa del año, del que ya se han vendido más de 250.000 ejemplares y se ha publicado en veinticinco países. Nada desdeñable tratándose de un debut literario. La realidad es que hay que felicitar a Maeva por su cuidada edición, a la que se une su encuadernación en tapa dura y una portada de lo más atractiva en la que aparece una mujer ataviada con el preceptivo sari, caminando bajo unos arcos que parecen realizados de encaje tejido en lo que podría ser un palacio de arquitectura onírica de Rajastan.

El caso es que La artista de henna es una novela que te envuelve y cautiva a nada que te dejes. No en vano, es la historia de Lakshmi Shastri, una mujer valiente y tenaz que logra su independencia a costa de coraje y esfuerzo, aunque quizás, para entenderlo sin haber leído el libro, convendría hacer antes un inciso y decir que la novela transcurre en la India de 1955, un país que es pura contradicción por muchas razones, aunque una de las principales con las que nos encontramos en este libro es que cobra una verdadera relevancia el sistema de castas, que habiendo sido abolido en su Constitución promulgada en 1950, sigue más que vigente y tan arraigado como siempre.

La novela comienza con un desgarrador epílogo narrado en tercera persona, de apenas tres páginas, en el que conoceremos a Rhada, la hermana de la protagonista, el mismo día que decide abandonar Ajar, la aldea en la que nació y donde ya no le queda familia a la que asirse. Su madre murió la semana anterior, quizás porque no pudo soportar la pena causada por el abandono y muerte, seis meses atrás, de su marido. Apenas tiene trece años y es el viejo Munchi, el único amigo que le queda, quien la convence para que busque a su hermana, aunque sea a través del marido al que ella dejó y que vive en un pueblo a dieciséis kilómetros de allí.

Entonces entraremos de lleno en una historia que comienza un 15 de noviembre de 1955, que se divide en cuatro partes que coinciden con otros tantos momentos vitales y decisivos de la protagonista, narrados por ella misma en primera persona.

La descubriremos viviendo en Jaipur, con una posición bastante consolidada. Su máxima ambición y por la que ha trabajado con denuedo durante años está próxima a verse materializada: tener su propia casa con todas las comodidades que pueda permitirse. Y ese afán llevará implícita una aspiración largamente deseada: llevar a sus padres a vivir con ella para, de ese modo, redimirse ante ellos por haber llevado la vergüenza a su familia. A sus treinta años se ha convertido en una reputada artista de henna y es requerida por las mujeres de las casas más influyentes de la ciudad, entre las que se ha convertido también en su confidente. Su belleza tampoco pasa desapercibida para nadie, en particular sus ojos azules y su piel clara. Lleva en la ciudad una década y llegó allí procedente de Agra, su primer destino tras escapar trece años antes de un matrimonio concertado en el que la violencia, junto con la pobreza extrema, formaba parte de su día a día, claro que eso no lo saben sus clientas actuales, que piensan que ha sido abandonada por su marido y ella no se preocupa en desmentirlo. En la ciudad del Taj Mahal se dedicó a preparar infusiones anticonceptivas para las cortesanas a cambio de alojamiento, después aprendió a decorar sus cuerpos con henna y poco a poco consiguió elaborar los dibujos más intrincados y exóticos que cada una de ellas le enseñaba de sus distintos lugares de origen.

Fue en uno de esos burdeles donde conoció a Samir Singh, quien le propuso trasladarse a Jaipur. Allí podría establecerse y empezar de nuevo respaldada por una pátina de respetabilidad que él mismo le proporcionaría, convirtiéndose en su valedor. De ese modo, podría prosperar económica despachando discretamente sus remedios abortivos para embarazos no deseados mientras vendía su talento con la henna entre las mujeres de la clase dirigente.  

Sin embargo, todo se tambalea cuando Rhada, su hermana pequeña, irrumpe en su vida acompañada de Hari, su marido. Tan solo tiene trece años y  Lakshmi no sabe nada de su existencia, ya que nació un año después de que ella abandonase a su marido y perdiese el contacto con unos padres que nunca respondieron a sus cartas. La niña tiene la cara ovalada y grandes ojos de color verde azulado irisado, el cabello negro y nariz recta y delgada. Está extremadamente delgada. Con respecto a su carácter, es impulsiva y curiosa, pero también brusca y descortés. Hará buenas migas con  Malik, el ayudante de Lakshmi de origen musulmán, quien la ayuda con los pertrechos cuando acude a sus citas y se encarga de los recados. un niño de la calle, de unos ocho años –no sabe su fecha exacta de nacimiento-, de piernas largas y delgadas y sonrisa mellada, que vive en la ciudad vieja con su tía y su familia.

Otros personajes secundarios, aunque no serán los únicos, de la novela serían:

- Samir Singh: Reputado arquitecto perteneciente a una familia de clase alta. Está casado con Parvati y tienen dos hijos. Es adicto a flirteo e infiel por definición. Viste trajes de corte británico. Tiene los ojos castaños, con los cercos de otro tono. De facciones angulosas, su nariz es afilada, el mentón huesudo y los pómulos abultados.

- Parvati Singh: Esposa de Samir Singh y madre de Ravi y Govind. Pertenece a la alta sociedad; de hecho, es prima lejana de la familia real.  A sus treinta y cinco años posee una indudable belleza, de ojos almendrados encuadrados tras unas largas pestañas y labios carnosos.

- Jay Kumar: Compañero de Samir Singh en la Universidad de Oxford. Es médico en Shimla, la capital del estado de Himachal Pradesh, al norte de la India y en las faldas del Himalaya. Soltero. Alto de estatura, viste con pulcritud a la moda occidental. Tiene el pelo oscuro y rizado.

- Hari Shastri: Marido de Lakshmi, al que abandonó trece años atrás. Tiene el pelo negro, las cejas pobladas y una horrible cicatriz que va desde el labio inferior hasta la barbilla. Su aspecto es descuidado y sus modales son bruscos.

- Sheela Sharma: Hija de V.M. Sharma, el constructor oficial de la familia real de Jaipur, es de casta brahmán y origen humilde, aunque eso no fue inconveniente para conseguir hacer una gran fortuna y codearse con la élite del país. Tiene cuatro hermanos y es una chica veleidosa y arrogante, a pesar de tener tan solo quince años. Se prometerá al hijo mayor de los Singh.

- Lala: Sirvienta de los Singh, también ha sido la niñera de sus hijos. Es ya una anciana y siempre ha permanecido soltera, aunque tiene a su cargo a una sobrina de quince años.  

Por eso, os voy a dar cinco razones por las que deberíais acercaros a esta novela:

- Porque si hay algo que define la prosa de Alka Joshi es que es muy evocadora, rayando ocasionalmente en lo poético. Las descripciones descollan en ese sentido y resulta curioso que son muy atractivas en la primera parte, cuando el negocio de Lakshmi va viento en popa: los palacios, las calles, las fiestas, incluidas las más extravagantes o los estados de ánimo de los personajes; sin embargo, todo se torna sombrío y más conmovedor cuando todo se le vuelve en contra. 

- Porque en la novela abundan las citas y referencias a la literatura inglesa. El padre de Lakshmi era profesor de inglés, y sus dos hijas, han heredado su amor por los libros. Conocen la obra de Shakespeare o de las hermanas Brontë; igual leen los poemas de Elizabeth Barrett Browning, como El amante de Lady Chatterley. Igualmente, el Dr. Jay Kumar, en una de las cartas que envía a Lakshmi, cita un párrafo de Historia de dos ciudades, de Charles Dickens.

- Porque aunque la novela aborda varios temas que dan lugar, a su vez, a mucha reflexión y no poco debate, hay uno en particular que me ha conmovido por el modo en que se aborda. Se trata de la maternidad, que está patente en casi todas las páginas, por activa o por pasiva. De ese modo, nos encontramos con todo tipo de madres, desde la de la propia protagonista, desvalida e impotente ante lo que le ha tocado vivir, a la de Hari, su suegra, a la que quiere e idolatra a partes iguales como tal, por todo lo que le enseñó, cuidó y por su humanidad; sin obviar a la indulgente Parvati, que consiente a sus hijos más allá de lo conveniente. Pero también hay otras mujeres que tras sufrir un aborto espontáneo tras otro, requieren los servicios de Lakshmi, como es el caso de Kanta Agarwal, porque desean hasta la saciedad tener un hijo que no llega nunca; o las muchas que, gracias a ella, o bien la previenen, o interrumpen un embarazo no deseado. Mujeres que afrontan la maternidad por libre elección o por accidente, pero también hay otras que no pueden hacerse cargo de sus retoños; de hecho, hay una madre en particular a la que le quitan a su hijo atendiendo a una superstición del marido y tiene que afrontar el hecho desde la consternación, sin poder hacer nada para evitarlo. Todas estas mujeres, más allá de sus circunstancias, son tratadas con una conmiseración exquisita, por eso me ha impresionado tanto.

-Porque a pesar de transcurrir en 1955, en un momento muy significativo de la India, una vez acaecida la independencia del país con respecto al dominio británico ocho años antes, La artista de henna no es una novela histórica, sino una historia que pretende acercarnos a dos mundos completamente diferentes: el de los infinitamente ricos, que se mueven entre el lujo y el poder y los que están a su servicio para que eso pueda ser así. Por ello, la fuerza del relato no reside en la concreción histórica, ya que eso solo sirve para contextualizar, sino en mostrarnos una historia fascinante protagonizada por unos personajes deliciosamente perfilados incluso en sus imperfecciones.

- Porque, en definitiva, la historia de Lakshmi Shastri es como la metáfora del ajedrez: la de una mujer que siendo peón, soñó con  ser una dama en un mundo limitado por unas reglas y unas circunstancias injustas que solo dejarían de esclavizarla echándole imaginación, amor e ingenio a la vida. Y tanto el camino como la fórmula utilizada, os aseguro que merecerá la pena conocerlo y eso solo podéis comprobarlo leyendo esta novela.



miércoles, 1 de diciembre de 2021

LA NOCHE MÁS OSCURA, de Håkan Nesser


DATOS TÉCNICOS:

Título: LA NOCHE MÁS OSCURA

Título original: Människa utan hund

Autor: Håkan Nesser

Traductores: Martin Lexell y Mónica Corral Frías

Editorial: Ediciones Destino

Colección: Áncora & Delfín  | Serie Barbarotti

ISBN: 978-84-18557-28-6

Páginas: 576

Presentación: Rústica con solapas



 

Håkan Nesser (Kumla, Provincia de Örebro, Suecia, 1950). Considerado el decano de la novela negra nórdica, es uno de los autores más relevantes del género a nivel internacional, habiendo vendido más de veinte millones de ejemplares de sus novelas en más de una treintena de países. De su extensa bibliografía destacan dos series: la protagonizada por el comisario Van Veeteren y la del inspector Gunnar Barbarotti. A lo largo de su dilatada carrera ha recibido numerosos premios, como el Glass Key, el European Crime Fiction Star Award, el Gold Paperback Award o el SNCF de Francia, entre otros, así como el de Mejor novela negra escandinava otorgado por la Academia Sueca de Escritores, en tres ocasiones distintas.

 

 

Normalmente, cuando reseño una novela de un autor extranjero, acostumbro a poner en los datos técnicos de la misma su título original y, especialmente, me gusta comprobar si la traducción del mismo es literal o no. Es una manía que me viene de antaño y con la que me he llevado grandes sorpresas. Os cuento esto porque es lo mismo que me ha pasado con este libro en particular. Como podéis ver en los datos técnicos mencionados, en Suecia, país de origen del autor, se lanzó al mercado como Människa utan hund, y su traducción sería: El hombre sin perro. Imagino que quienes no hayáis leído esta novela pensaréis que la editorial ha estado sembrada al cambiar el título radicalmente, porque incluso como reclamo, la opción española es mucho más atractiva (curiosamente la inglesa se traduciría como El día más oscuro). Yo también lo creo, porque invita a comprarlo solamente por eso y más sabiendo del género que se trata. Pues bien, dicho esto, os diré también que cuando lo leáis os fascinará conocer el por qué del título original. Hasta ahí puedo escribir para no desvelar el misterio.

Por otro lado, durante la lectura y a medida que iba conociendo a los personajes, el título elegido por Destino, además de apropiado, no dejaba sino que parecerme una sutil y oportuna metáfora. Enseguida me hizo recordar mis tiempos de estudiante cuando analizábamos la literatura española del Siglo de Oro y especialmente aquellos libros vinculados a la poesía mística (ojito, que sé lo que estáis pensando de mí ¿eh?) y me vino a la cabeza aquella poesía de San Juan de la Cruz, “Noche oscura del alma”, por lo que implica de ejemplo de crisis existencial, dejando de lado la parte espiritual, porque no es el caso.  De hecho, pocas veces una poesía ha tenido tanta repercusión a nivel mundial como esta, hasta el punto de que grupos musicales, cantantes solistas, escritores, actores, etc., la han utilizado en algún momento en clara alusión a ella.

Porque no hay mayor sentimiento de soledad y desolación que la que arrastra uno de los protagonistas de la novela, Robert, que se encuentra en una fase delicada de su existencia -quien sabe si irreversible-, tan consternado y devastado que es incluso incapaz de refugiarse en sí mismo. Y esa aflicción, ese desamparo, se contagiará al resto de su familia tras su desaparición. Os explico las razones:

Diciembre de 2005. En los días previos a la Navidad, la familia Hermansson va a reunirse para celebrar el 105º Aniversario, que es así como le gusta denominarlo a Karl-Erik, el patriarca, ya que tanto él, como su primogénita, cumplen años el día 20 de diciembre: él sesenta y cinco; ella, cuarenta. Se añade a esto el que tanto él como su esposa acaban de jubilarse en el instituto Kymlingevik donde ambos ejercían como profesores.

La fiesta iba a ser multitudinaria; de hecho, se pasaron todo el otoño preparándola: habían enviado invitaciones a más de setenta personas y reservado un restaurante con el aforo idóneo para albergar a tantos invitados, pero un escándalo provocado el mes anterior por el mediano de sus hijos, Robert, la convirtieron en familiar, casi íntima, de la noche a la mañana.

La tarde anterior a la fiesta, los tres hijos del matrimonio viajan a Kymlinge junto a sus familias (en el caso de las mujeres) y, tras la cena y algunas copas, Robert sale a dar un paseo y desaparece. No descubren su ausencia hasta el día siguiente, pero deciden continuar con la celebración intuyendo que no ha aparecido por la casa por sentirse incómodo, situación que, por otro lado, es común a todos. Con lo que no cuentan, claro está, es que después de cenar, en algún momento de la madrugada, también desaparecerá Henrik, el hijo mayor de Ebba y Leif Grundt. Gunnar Barbarotti, un inspector de policía de origen italo-sueco, se hará cargo de una investigación que ya os anticipo que será cualquier cosa menos un paseo militar.

Para empezar, lo que parece ser una familia normal y corriente, no lo es tanto. Os la presento:

Karl-Erik Hermansson, alias Roca Pedagógica y Rosemarie se conocieron en el instituto, cuando ella cursaba el primer curso y él, tercero. Se casaron en 1963 y dos años después nació Ebba. Robert nació en 1970 y Kristina en 1974. En la actualidad acaban de jubilarse y en breve se irán a vivir a una urbanización próxima a Estepona en lo que ellos denominan “La Costa Senil”. Karl-Erik se ha pasado toda la vida aspirando a convertirse en un pilar fundamental entre la clase pudiente de su localidad y, cuando por fin parece haberlo conseguido, su hijo le ha puesto en evidencia ante su comunidad y es incapaz de mirar a alguien a la cara. Rosemarie, por su parte, a sus sesenta y tres años siente que su vida es un tremendo despropósito, pues siempre se ha sentido anulada por él.   

Leif Grundt conoció a Ebba Hermansson en la fiesta de primavera de la Östgöta Nation de Uppsala, a la que pudo acceder utilizando un carnet falso y haciéndose pasar por estudiante de Derecho. Aquella noche consiguió seducirla y de aquellos caldos vino al mundo Henrik. En realidad era un simple charcutero de supermercado y ella una estudiante de medicina. Cinco años después nació Kristoffer, pero para entonces él ya era gerente en Konsum y ella médico residente, para convertirse poco después en jefa de cirugía vascular del Hospital de Sundsvall. Él es un buen hombre, aunque en las fiestas familiares es el típico cuñao de manual. Ella es la perfección con patas, quizás porque desde que nació se convirtió en el ojito derecho de su padre y con el tiempo se convirtió en la perfección con patas, además de engreída y exigente hasta la saciedad, tanto para consigo mismo como para con los demás. Tienen dos hijos, Henrik y Kristoffer. El mayor acaba de comenzar la carrera de Derecho en Uppsala y siempre ha sido un hijo modélico y un estudiante brillante; el pequeño, a sus catorce años, tiene todos los complejos del mundo, seguramente por haber crecido al rebufo de su hermano.

Kristina Hermansson y Jakob Willnius se conocieron cuando él, productor de televisión, la contrató como guionista. Por aquel entonces estaba casado y tenía dos hijas gemelas adolescentes, pero se divorció a los pocos meses. En la actualidad tiene cuarenta y tres años. Ella está en excedencia desde que tuvo a su hijo Kelvin y tiene treinta y uno. Residen en Gamla Enskede, un barrio residencial al sur de Estocolmo, en una casa prohibitiva en cuanto a precio, claro que él, además de gozar de una muy buena situación social, también la tiene a nivel económico. La relación de ambos no vive sus mejores momentos, porque son la noche y el día, el agua y el aceite, claro que Kristina tampoco es que lo lleve demasiado bien con su familia, exceptuando a Robert. Su padre, desde siempre, solo tenía ojos para su hermana mayor y obviaba a los pequeños y con su madre nunca fue fácil, ya que a medida que se iba haciendo mayor generaba en ella sentimientos de culpa, inferioridad o fracaso. Con Ebba la indiferencia era lo que mejor las definía.

Robert siempre fue la oveja negra de la familia, quizás porque se había pasado media vida culpando a su familia y a las circunstancias de sus propios errores o de los atajos que tomaba para reincidir en ellos. Estudió Humanidades, Filosofía e Historia del Arte, pero nunca supo sacarle provecho. Publicó dos poemarios, de los que obtuvo buenas críticas, escribió una novela que guardó en un cajón durante siete años a la espera de realizar las oportunas correcciones e hizo del escapismo un arte al que recurría siempre que las cosas se le torcían, incluido el tema sentimental. Cuando abandonó su afición a la literatura dio tumbos en el mundo laboral y también llegó a convertirse en corredor de obstáculos, llegando a formar parte de la selección sueca de atletismo. Hasta que se le ocurrió participar en un reality show y ya la lió parda.

Y es que el escándalo del que fue protagonista fue más que sonado, ya que había que ser muy necio como para participar en un reality que partía de una premisa absolutamente morbosa, por no hablar de degeneración de manual al explorar los límites del ser humano, y pretender salir ileso de la aventura. Se llamaba Los presos de Koh Fuk y transcurría en Fucking Island, una isla tailandesa. A los participantes los dividieron, en principio, en dos grupos: uno de hombres -todos ellos atletas- y otro de mujeres, en las que la belleza era requisito imprescindible, aunque eso solo fue por un breve espacio de tiempo y se les informó de que tenían que llevar a cabo una misión que se mantuvo en secreto unas semanas.

De la famosa “misión”, así como del premio (300.000 euros a dividir entre dos personas) les informaron cuando iban por la cuarta emisión del programa y se trataba, ni más ni menos, que de engendrar un hijo y lo ganaría la primera pareja que lo consiguiera. El programa tuvo una audiencia descomunal (lo veían más de dos millones de espectadores; es decir, un veinte por ciento de la población total, en la que se incluyen niños y ancianos). Para que os hagáis una idea, la población de Suecia apenas supera los diez millones trescientos mil habitantes, cuatro veces menos que la española y cada entrega de ese formato la veían los mismos telespectadores que una final de los que se emiten aquí. Y Robert se lució el 12 de noviembre, en Prime Time.

Con estos mimbres se encuentra el inspector Gunnar Barbarotti cuando se hace cargo del caso. Y no solo eso, sino con algún que otro secreto que guardan algunos de los miembros de la familia y que no serán puestos sobre el tapete en ningún momento, excepto para nosotros, que los conoceremos según. Este recurso genera una intriga añadida, porque por más que el policía se empeñe en dar con una mínima pista que le lleve a descubrir algo, los pocos caminos que se abren ante él conducen siempre a callejones sin salida. Y esto da lugar a una investigación desesperada, que se dilata en el tiempo. Un período, por otro lado, que va minando los ánimos de los familiares e incluso a nosotros mismos, que seremos testigos de cómo van aflorando otros sentimientos que, poco a poco, los van destruyendo.

Y es que La noche más oscura es un libro que no precisa de fuegos artificiales para mantenerte en tensión. Psicologista e intensa por momentos, no necesita recurrir ni a la denuncia social -aunque se intuya- a la que tan aficionados son los nórdicos ni a ese morbo de sangre, lejía y vísceras al que lo son otros, sino que te va cautivando de manera silenciosa, página a página.

Aunque en nuestro país Destino acaba de publicar La noche más oscura, primera entrega de una serie que tiene por protagonista al inspector Barbarotti, en Suecia lo hicieron hace más de quince años. En la actualidad va por la séptima y os puedo asegurar que ya estoy deseando leer La raíz del mal, que será la siguiente. ¡Lástima que para ello falte un año!.

 

Esta reseña participa en la iniciativa:



Una novela de un escritor/a nórdico o que la trama transcurra en la Europa septentrional


martes, 16 de noviembre de 2021

LA HIJA DE LAS MAREAS, de Pilar Sánchez Vicente

 




DATOS TÉCNICOS:

Título: LA HIJA DE LAS MAREAS

Autora: Pilar Sánchez Vicente

Editorial: Roca Editorial

ISBN: 978-84-18557-28-6

Páginas: 410

Presentación: Rústica con solapas




Pilar Sánchez Vicente (Gijón, 1961) es historiadora, documentalista y escritora, aunque también ha sido guionistas y presentadora en varios programas de TVE-Asturias y del canal Internacional de TVE.  Licenciada en Geografía e Historia, en la actualidad trabaja como archivera del Tribunal Superior de Justicia de Asturias. Es presidenta de la Asociación Profesional de Especialistas en Información (APEI). Entre sus novelas destacan: La diosa contra Roma (Roca Editorial, 2008), Mujeres errantes (Roca Editorial 2018), La muerte es mía (Roca Editorial, 2020) y Sangre en la cuenca (Orpheus, 2021). La hija de las mareas (Roca Editorial, 2021), es su última criatura, publicada el pasado 21 de octubre.

Podría decir que La hija de las mareas comienza con un prefacio espléndido, porque lo es. Una introducción en la que se nos describen dos escenas distintas, a cual más seductora, que sobre el papel apenas superan las dos páginas cada una. Ambas transcurren en Gijón y entre ellas median cinco siglos: la primera transcurre en septiembre de 1395 cuando las huestes de Enrique III tienen sitiada la villa y a la condesa Isabel de Viseu no le queda más remedio que rendirse y abandonar, con nocturnidad y sin alevosía, su feudo por mar, al amparo de las llamas. La acompañan un escaso retén de leales caballeros, los pocos que han quedado tras el asedio, por lo que tiene que abandonar el tesoro familiar, que no cabe en la pequeña embarcación que usarán para tal fin, mientras su marido se encuentra en territorio galo, buscando una ayuda que no llega. La segunda escena nos remite a octubre de 1835 cuando a una aguadora de Gijón se le secó el pozo con el que se ganaba la vida, motivo por el cual pidió ayuda a un carretero vecino suyo para que le arreglase el entuerto. Y la suerte –o la fortuna- quiso ponerse del lado del tipo que en su cometido encontró un importante hallazgo, del que no dijo nada a la mujer, junto a un manuscrito, que tampoco. Poco tiempo después, ese documento llegó a terceras personas y descubrieron que se trataba de las Memorias de Andrea Carballo de Jovellanos, firmadas y rubricadas en 1820.

Pero no es así.

O, quizás, podría decir que La hija de las mareas comienza con un extracto del Cuaderno de Quejas que las Damas por la Libertad presentaron en la Asamblea Nacional, en 1789 en París, un documento verídico, escrito en uno de los momentos más tensos de la historia francesa, que sobrecoge visto desde la perspectiva que nos da la actualidad, porque refleja las inquietudes que estas mujeres mostraban ante la desigualdad de género y que, en general, son una enorme fuente de estudio para entender la situación social en la Francia de 1789. Sus proposiciones, vistas con los ojos de la contemporaneidad, parecen fútiles porque reflejan hasta qué punto la mujer era poco menos que un objeto, con todas las capacidades anuladas en aquella época y, sin embargo, sus principios nos hacen deudoras de los avances acaecidos desde entonces, que no son pocos.

Pero tampoco es así, aunque también.

Para mi gusto, la novela comienza con la dedicatoria, pues es toda una declaración de intenciones que, junto al prefacio mencionado, forma una combinación exquisita del espíritu de esta historia, porque parece compendiar lo primordial de lo que nos vamos a encontrar.



Porque La hija de las mareas es una novela de mujeres que no se arredraron ante lo que les tocó vivir. Un libro que destila resiliencia y sororidad. Porque Pilar Sánchez Vicente rinde un emotivo y preciosista (no tanto por usar un lenguaje refinado, sino porque busca lo sublime y el modo de ponerlo en evidencia) homenaje a esas mujeres que han hecho de su condición su afán; de ese anonimato que nos iguala a todas, el espejo donde otras debemos mirarnos; de su grandeza, nuestros anhelos; de su memoria, que no debemos dejar en el olvido, un compromiso por todo lo que hemos conseguido gracias a su empeño y su lucha.

Por eso, ya en el prefacio aparece la figura de Isabel de Viseu, en uno de los momentos más aciagos de su vida, cuando debe rendir su condado (Gijón) al rey castellano y comprendemos que la novela, aunque sea de forma puntual, parece que empieza a levantar las alfombras y sacar a la luz a algunas mujeres que, a lo largo de la historia, han tenido un papel más que relevante en muchas circunstancias y en todos los ámbitos.

Y será la segunda escena de ese prefacio la que aglutinará el grueso de la obra. En ella se nos describe cómo un viejo manuscrito, redactado en 1820, ha podido llegar a nuestras manos. Se trata de las Memorias de Andrea Carbayo de Jovellanos, la hija de las mareas.

A través de ella conoceremos la historia de varias generaciones de mujeres excepcionales, carismáticas e indómitas de origen bárbaro y ascendencia celta, que podrían remontarse incluso a los normandos, de ahí que todas ellas naciesen pelirrojas y con pecas. Del mismo modo, todas llevaban en primer lugar el apellido Carbayo, asociado al santuario donde fue bautizada una antepasada vikinga –Santuario de la Virgen del Carbayu-, que heredaban por vía matrilineal Aunque la historia arranca con Carola (la abuela de la protagonista), cuando da a luz a Gloria, el mismo día en que  pierde a su marido en la mar, intentando cobrarse una ballena, hemos de remontarnos a mucho antes para entender el estigma que las perseguiría de por vida.

De ese modo conoceremos a su tatarabuela, una sanadora que se dedicaba a curar enfermos desahuciados hasta que el médico de la villa la denunció al ver que sus clientes mermaban. Ello la obligó a trasladarse con su hija y su nieta a Veranes, una localidad perteneciente al mismo concejo. Allí su fama fue en aumento y los enfermos de otras localidades acudían a ella buscando la mayor parte de las veces un milagro. Hasta que el primogénito de los Valdés enfermó de fiebres y los esfuerzos del galeno de turno no fueron suficientes. Entonces hizo llamar a la curandera y, aunque esta lo sanó, el muchacho murió una semana después, posiblemente por una complicación.

No le faltó tiempo a Valdés para clamar venganza y la llevó a cabo acusándola de brujería. No dudó el noble en amañar todo tipo de pruebas o testigos falsos para llevarla a prisión, como así ocurrió. Claro que la cosa no quedó ahí, puesto que fue condenada por el Tribunal del Santo Oficio a la hoguera y su hija y nieta fueron confinadas en la cárcel de Oviedo. La hija, después de muchas torturas, acabó perdiendo el juicio y, a su muerte, la niña fue puesta en libertad a los doce años.

Esa niña era Carola y su único objetivo en ese momento era llegar a Gijón a pie, para embarcarse como polizón en un barco rumbo al Nuevo Mundo, lugar del que escuchó maravillas estando en la cárcel. Pero ese viaje nunca llegó a realizarse, porque Carola conoció a Andrés y juntos descubrieron que para la ternura siempre hay tiempo, hasta que una ballena lo truncó todo, claro. Él era pescador, uno de los últimos balleneros en un Gijón que por aquellos tiempos era considerado la cuna de estos cetáceos; ella siguió dedicándose a curar a los enfermos, porque más que un oficio heredado por vía materna, era una vocación. Incluso habilitaron en su casa una boquitiquina, aislada de miradas indiscretas, porque si algo había aprendido Carola es que tenía que andarse con pies de plomo después de todo lo acontecido en el pasado. Y luego estaban los Valdés, obvio, que para eso eran una estirpe y se reproducían como las setas, eso sí, todos tenían en común su afición a las venganzas y un rencor innato hacia las Carbayo, conocidas ya como “las Encantadoras” y, en ese sentido, eran como los tontos cuando cogen una vereda, que aunque esta se acabe, ellos siguen.

La viudedad llevó a Carola a tener que buscarse el sustento de otro modo, motivo por el cual empezó a trabajar para los Jovellanos como ama de cría. Y así pasaron los años, encantados porque era una familia liberal, con fama de dadivosos, hasta que Miguel, el primogénito, crece y se enamora de Gloria, a la que siempre trataron en la casa como una igual. Cuando los padres se enteran, porque el muchacho quiere casarse con ella, inmediatamente las despiden, aunque con una gratificación. Y a ese despido siguió el suicidio del joven. Y otra vez los Valdés vieron una oportunidad única para lapidarlas vía Inquisición, que para eso ellos eran de misa diaria, aunque don Benito, el boticario, las alertó y pudieron escapar rumbo a Las Caldas, un manantial de aguas termales que gozaban de mucha fama contra algunas enfermedades y donde pululaban los curanderos, aunque también abundaba mucho canalla. Y, aunque tuvieron momentos más o menos delicados, porque la vida de las Carbayo nunca fue un camino de rosas, llegó un momento valle en su devenir. Conocieron entonces a Bertrand, un médico cirujano francés, amante de la literatura, que pasó por allí haciendo el Camino de Santiago. A su vuelta, les propuso que se fueran con él a Oviedo para trabajar en una consulta que pretendía abrir. Ellas aceptaron, encantadas. Más tarde se casaría con Carola.

Una vez que el consultorio empezó a tener fama y consiguió una clientela distinguida, entre la que destacaban caballeros de alta alcurnia,  organizaron una tertulia los jueves a la que acudían estos junto a viajeros de paso que siempre traían noticias frescas. Una tarde, por casualidad, Gloria se encontró con Gaspar de Jovellanos, hermano de Miguel, y le invitó a acudir a una de ellas, así que el joven empezó a frecuentarlas. Poco después, le invitarían a la romería de Colloto y, a la luz de la luna, engendraron a Andrea. Aunque, como podéis imaginar, el noble siguió a sus latines, pues era seminarista y la joven a sus afanes, claro que, su nueva situación, la llevó a convertirse, con tan solo veinte años, en lo mismo que años atrás fue su madre: ama de cría. Corría el año 1760.

 

Como os podéis imaginar, solo he contado los orígenes, a grandes rasgos, de Andrea Carballo de Jovellanos, la protagonista de esta historia, porque quería poneros en antecedentes del germen de esta historia, quizás porque conociendo el legado existencial y afectivo de sus predecesoras, entenderemos mejor su trayectoria vital y porque, francamente, La hija de las mareas es una novela vibrante, intensa, única.

Con ella vamos a disfrutar, sufrir, angustiarnos, transigir, entretenernos, meditar, elucubrar… y un largo etcétera de infinitivos que podría conjugar hasta el agotamiento, porque son muchos los temas que trata la novela, muchas las vicisitudes que viviremos, bien asistiendo a momentos históricos fascinantes o conociendo a través de su mirada las ciudades en las que transcurre la acción.

De ese modo rememoraremos su infancia en Oviedo y, a través de sus detalladas descripciones, Pilar Sánchez Vícente nos paseará por sus estrechas calles y populosas plazas, como la de la Catedral, en pleno casco antiguo, para tomar la calle de la Rúa. Notaremos incluso las estrías de sus nobles edificios, las grietas de sus muros y, desde allí, divisaremos la calle Cimadevilla, donde vivían nuestras protagonistas, para acercarnos a la Plaza Mayor o la del Sol y acudir al mercado, que tenía su centro neurálgico allí y se extendía por las calles adyacentes. Eso, claro está, si no se tercia acercarse al Fontán, Foncalada o Santo Domingo, que entonces eran los barrios periféricos de la urbe y donde se asentaban los campesinos. Impresiona el modo en que se pormenoriza cualquier detalle, la realidad con la que se plasma el ambiente, apelando a todos nuestros sentidos y utilizando un lenguaje preciso para que nos podamos crear una imagen nítida de la ciudad.

También asistiremos a las tertulias en casa de los abuelos y tomaremos el pulso al pensamiento de la época. Algunos párrafos son impagables, ya sea tocando temas sobre la sociedad en general o el sentido de las clases sociales, la educación o el papel de las mujeres.

De Gijón, ¡qué deciros! Se nos presenta una ciudad en pleno esplendor y destaca, sobre todo, el conjunto histórico de Cimadevilla, el barrio más emblemático y más antiguo de la ciudad y al que se accede siguiendo el muro de la Playa de San Lorenzo. Se halla en lo alto del cerro de Santa Catalina, rodeado de acantilados y donde el murmullo del mar suena casi como una letanía. La mayoría declarados Monumento Histórico Artístico. Palacios que te dejan sin aliento, como el de Revillagigedo o el de los Valdés. Apreciaremos sus fachadas, casi siempre flanqueadas por dos torres almenadas, de planta cuadrada y pórtico central, de estilo barroco. También el lujo que albergaba sus interiores en contraste con las toscas casuchas de los marineros. Y el puerto, una ensenada que fue habilitada para el comercio libre con América y que gracias a las iniciativas ilustradas promovidas por Jovellanos se convirtió en uno de los más importantes del Cantábrico dada su posición hegemónica. En él recalaban todo tipo de mercancías, pero también libros prohibidos.

Después seguiría París, porque tras la muerte de la abuela Carola, la nostalgia llevará a Bertrand a cerrar la consulta y volver a su ciudad natal. Andrea, que se ha criado con ellos en vez de con su madre, le acompañará. Entonces la trama da un giro espectacular. Con ella viviremos la Revolución Francesa, pues se implicará en cuerpo y alma en la lucha por los derechos de las mujeres. Fundará un periódico (y no será el único), trabajará a las órdenes de Olympe de Gouges y ambas escribirán, entre otras, una obra de teatro y se unirá a las Damas por la Libertad. En definitiva, un torbellino de acontecimientos de los que seremos testigos de excepción y que no se acabarán en la ciudad de la luz, porque Andrea volverá a España, huyendo de la guillotina, mientras la historia, en estos lares, también nada en un torrente de aguas turbulentas.

Para concluir y para no resultar pesada, solo puedo añadir que, como decía George Orwell, la historia la escriben los vencedores. Y todos sabíamos que llevaba razón. Claro que se le olvidó apostillar que, en todos los casos, esos mismos vencedores eran hombres y que muchos de ellos se ocuparon, especialmente, de borrar los logros de muchas mujeres, heroínas en un mundo injusto que no conocía la palabra igualdad. Ni otras muchas. Claro que, como diría Luis Pastor, “están cambiando los tiempos” y este siempre pone las cosas en su sitio y da voz a los vencidos. Aunque para ello siempre sea necesario que existan mujeres como Pilar Sánchez Vicente, capaz de hacer justicia con muchas de las que nos han precedido, aquellas que se adelantaron a su tiempo, que lucharon exponiendo sus vidas por un mundo más justo, para que la igualdad y la libertad fuesen algo más que una entelequia.

Y no hay ejemplo mejor que La hija de las mareas, una novela exquisitamente narrada en la que el trabajo de documentación ha sido ímprobo, está clarísimo; pero que no se te estomaga porque el modo en que se plasma y transmite resulta de lo más natural. Por eso no es hasta que cierras el libro y te tomas un respiro por todo lo vivido y sentido cuando te das cuenta que has aprendido más historia con Pilar Sánchez Vicente que lo que hiciste en el instituto, porque si algo tiene la literatura –y vuelvo a poner de ejemplo este libro- es que te hace cuestionártelo todo y te obliga a documentarte por tu cuenta. Porque no es la obligación (estudios) sino el interés (el que despierta la lectura) lo que te estimula y obliga a indagar en lo que se nos narra para aclarar muchas lagunas, por no decir océanos de desinformación, y aprehender, para siempre, algunos períodos fascinantes de la historia.

También quiero destacar un detalle que me ha parecido fundamental: a lo largo de la novela veréis que las poblaciones de Oviedo, Gijón o Aviles, están escritas así: Obiedo, Gixón y Abilés. Tiene su explicación, aunque me consta que no extrañará a muchos…


Así que ya sabéis, no seáis inconscientes y leed La hija de las mareas. Y luego venís y me lo contáis. Y recordad, además, que se acercan las navidades, que es tiempo de regalos y ¿hay alguno mejor que un libro? Yo creo que no y que si regaláis este, en particular, acertaréis.



 

miércoles, 27 de octubre de 2021

LA ILUSTRÍSIMA, de Marta Prieto


DATOS TÉCNICOS:

Título: LA ILUSTRÍSIMA

Autora: Marta Prieto

Editorial: Alrevés

ISBN: 978-84-17847-78-4

Páginas: 332

Presentación: Rústica con solapas



Como editora con zapatos nuevos

Se la veía firme en el simulado estrado, aunque seguramente la procesión iba por dentro. Actuar como “maestra” de ceremonias siempre es complicado, más cuando no es tu oficio. Quizás por ello, para aferrarse a un detalle con el que darse seguridad, se convirtió en una Cenicienta del siglo XXI, estrenando zapatos de gala. De ese modo pudo sacar a pasear su carácter, afable, divertido, interesante, y consiguió dotar a la presentación de ese libro que  muchos de los asistentes podrían considerar como la lectura del año, de una brillantez inusual que se iba volatizando  en el ambiente a medida que pasaba el tiempo y el resto de los participantes en la charla hacían las delicias del público. Después llegó el ágape, las charlas distendidas en corrillos, la firma de ejemplares, pero también una nueva cita para el día siguiente y así poder hablar en profundidad de la novela con el autor y la editora.

El autor era Félix García Hernán. La novela, “Pastores del mal” y la editora, Mercedes Castro. ¡No digo más!.


 

Desayuno con encanto

El marco del encuentro era incomparable; las atenciones del autor para con las lectoras, exquisitas, mientras la charla se desarrollaba de manera distendida y esclarecedora, porque Félix García Hernán no escatimaba esfuerzos haciendo mención a muchos de los aspectos que suelen pasar inadvertidos durante la lectura y que la enriquecen a posteriori. Entonces apareció la editora, cargada de libros. Una a una fue repartiendo ejemplares de una novela que saldría al mercado dos semanas después. Se trataba de “La Ilustrísima”, de Marta Prieto y la recomendó con el mismo desparpajo con el que hizo la presentación la tarde anterior. Entre bromas y risas siguieron charlando de la novela que las había reunido allí, pero también de la nueva y, sobre todo, quedó latente su amor por la literatura y la pasión con la que aborda su trabajo. Las lectoras, por su parte, se despidieron con la promesa de darle buena cuenta de sus impresiones, emocionadas por la experiencia vivida.


 

La lectora insatisfecha

Acaban de recomendarle un libro. La lectora no es mucho de recomendaciones, dice que las carga el diablo. Son demasiados años en la blogosfera y ya solo se fía de unos pocos, dice también. Sin embargo, este libro viene avalado por G. Y para ella, G. es el Dios de las recomendaciones. O su representante en España. Porque gracias a él, conoció a Víctor del Árbol y, a su vez y el mismo día, a Josep Forment. ¿Se puede pedir más? ¡Imposible!. Para colmo, Mercedes Castro, a la que acaba de conocer y ya siente como amiga, habla de él maravillas.

Sin embargo, mira el libro de frente y de perfil y no le acaba de convencer. ¿Será esa cubierta en tonos pastel lo que no le encaja? ¿O serán esas sandalias de tremendas plataformas que la ilustran lo que está matándola mientras observa el ejemplar de reojo?.  ¡Venga, mujer, no seas lerda! –se dice-, ¿Desde cuándo te han afectado esas chorradas?. ¡Dale una oportunidad, leñe!. Entonces mira la contraportada y lee:

Y ya siente que se puede morir en paz, porque acaban de rematarla…


En primer lugar, quiero pedir disculpas por este desatino que acabo de esbozar y que no es más que un simple remedo de lo que el modo tan original en que está narrada esta novela me ha suscitado. Intentaré explicarlo con detenimiento, porque me temo que, a nada que me lo proponga, la acabaré liando.

Y es que la novela, estructuralmente, es sencilla… aparentemente. Me explico: normalmente, la estructura más básica de una novela es la que se divide en planteamiento (aparecen los personajes y el conflicto principal), nudo (donde transcurre la mayor parte de la trama y suceden todas las cosas) y desenlace (se alcanza el clímax narrativo y se resuelven los conflictos planteados). Sin embargo, en La Ilustrísima aparecen estas tres partes diferenciadas, claro, pero no de la misma manera:

- Planteamiento: Se esboza en un corto prefacio de apenas dos páginas que nos traslada a una fecha concreta: el 12 de mayo de 2014, día en que fue asesinada Rosario Llamazares, presidenta de la Diputación Provincial de León.

- Nudo: Se divide en tres partes: la primera de ellas transcurre entre 2007 y 2009; la segunda entre el 2010 y 2012 y la tercera del 2012 al 2014, es decir, los siete años previos al luctuoso acontecimiento que se describe en el planteamiento. Se compone de 66 capítulos cortos, de una extensión de apenas cinco páginas cada uno, que podrían considerarse microrrelatos y titulados de tal manera que resumen perfectamente quien o quienes va a ser el/los protagonistas de cada uno de ellos.

- Desenlace: En un único capítulo nos traslada al día 11 de mayo de 2015, cuando se va a celebrar el primer aniversario del asesinato de la Ilustrísima. Además, como colofón, hay un capítulo más del que no puedo comentar nada porque es una sorpresa mayúscula que deberás conocer por ti mismo y que es un auténtico broche de oro para una novela memorable de la que crees saberlo todo desde la primera página y que, sin embargo, capítulo a capítulo no deja de sorprenderte, hasta ese final que te admira sin remisión y con unas ganas locas de volver a leer a esta autora que ha sido todo un descubrimiento.

Con esto quiero decir que en una novela tradicional lo normal hubiese sido que el conflicto principal que se proyecta en el planteamiento hubiese seguido un orden cronológico y más en este caso en que lo que se expone es un asesinato. Sin embargo, lo que sucede es justo lo contrario, porque la trama nos traslada a siete años antes, cuando los posibles “sospechosos” coinciden en tiempo y lugar para indagar en que todos los personajes tienen motivos suficientes para ser los culpables del mismo. Tampoco se puede decir que la narración comience in extrema res, porque ese mismo planteamiento se podría considerar como un punto de inflexión o bien un patrón narrativo.

Claro que todo esto que os he contado lo comprobé después de tener por primera vez el ejemplar de La Ilustrísima en mis manos (obvio). Me chocó la cubierta con sus tonos pastel y la imagen que la ilustraba, pero tampoco fue como para tenerlo en cuenta. Si bien es cierto, la contraportada me dejó un poco fría, no tanto porque el origen de la trama girase en torno a un asesinato real (el de Isabel Carrasco, presidenta de la Diputación Provincial de León, aunque con el nombre cambiado), ya que, como imagino que a muchos de vosotros, cuando me enteré por los informativos de semejante suceso, me impresionó como al que más (no voy a decir que me inquietó, atormentó y perturbó, no vaya a ser que me mandéis a Esperanza Gracia) y, sobre todo, su rápida resolución. No, el problema estaba en que en ella se especulara sobre quien de sus muchos enemigos podría tener más motivos para asesinarla, cuando la policía, casi a pocas horas de los hechos, ya había detenido a las sospechosas que posteriormente, en uno de los juicios más mediáticos de los últimos tiempos, serían declaradas culpables.

Dicho lo cual, os diré que eso, como todo lo demás, está perfectamente resuelto en la novela, porque precisamente la esencia de la misma radica en detalles tan peculiares como ese. (Sigo explicándome…).

Porque, efectivamente, la novela arranca mostrándonos la escena del cadáver de la presidenta de la Diputación, cubierto con una sábana, sobre la pasarela del río Bernesga, para remontarnos a continuación a siete años atrás y de ese modo conocerla tanto a ella como a ese entorno “tan suyo” y que tanto la odiaba.

Y considerándolo de esta última manera, me ha fascinado el modo en que se formula; es decir, describiendo una escena en poco menos de dos páginas. A continuación, el patrón se rompe y comienza la historia real. En particular, la de Helena Fonseca y su madre Encarna García-Cepeda, a las que conocemos cuando la primera trabaja como interina en la Diputación a las órdenes de la presidenta y como poco a poco la relación entre ambas se va estrechando hasta convertirse en íntima. Hasta que Helena se va de la lengua y se precipita su “desgracia”. Pero también la del resto de los personajes, entre los que habría que destacar a Maricruz, amiga de Helena y a la que esta manipula hasta la extenuación; o la Ordenanza, que también juega una baza fundamental en la trama. Y si destaco a estas cuatro mujeres, es porque en todos los casos se producen una serie de patrones y consecuentes rupturas de los mismos dignos de elogio, en el sentido que me ha hecho recordar un ensayo de Jon Gingerich (Falsos principios, finales muertos y malos comienzos) en el que se razona cómo reconocer los patrones narrativos para saber cuál es nuestra historia, dónde debemos empezarla y, sobre todo, dónde debemos romperlo con una anomalía, porque es precisamente cuando se produce esa irregularidad cuando la historia adquiere relevancia y comienzan los giros que la harán interesante. Marta Prieto, en ese sentido, lo borda.

 

Porque no nos engañemos, Rosario Llamazares, la presidenta de la Diputación, era un bicho de mucho cuidado: ambiciosa, sin escrúpulos, implacable, rencorosa, temida por todos y odiada a partes iguales. De origen humilde, era muy inteligente y trabajadora, experta en fiscalidad y finanzas. No en vano, con veinticinco años y nada más terminar la carrera, aprobó la oposición y se convirtió en inspectora de Hacienda. Con treinta, ya ocupaba diversos cargos políticos importantes. Cuando la conocemos tiene cincuenta y dos años, gustos caros y un físico del montón: es baja de estatura (sus detractores la llaman “la enana”, de cara y silueta menuda, labios finos y nariz desproporcionada.

Otros personajes serían:

- Helena Fonseca García-Cepeda: Empezó a trabajar como ingeniera de telecomunicaciones en la Diputación en 2007 y enseguida se convirtió en indispensable para la presidenta. Como empleada no tenía precio: era sumisa y callada y le faltaba tiempo para satisfacer cualquier deseo que tuviera; como amiga, en principio, tampoco. Hasta que metió la pata hasta el corvejón y entonces todo se le puso en su contra. Egoísta, inteligente y con un expediente académico brillante, también es vanidosa, manipuladora, y absolutamente dependiente de su madre. Alta de estatura, guapa y con melena oscura, tiene las piernas largas y esbeltas y la silueta armoniosa que cuida a base de pilates.

- Encarna  García-Cepeda: Casada con Victoriano Fonseca, Comisario Jefe de Policía en Astorga, un hombre al que no respeta y ningunea, porque es un buenazo sin ambiciones personales ni profesionales, un conformista que huye del conflicto como de la peste. Ambos son los padres de Helena. Encarna es ambiciosa e intransigente, intrigante y obnubilada por el lujo y las ganas de aparentar. Y, como madre, digna de estudio, por ese afán de proyectar en su hija sus anhelos más apremiantes y sus sueños rotos. Sufre poliomielitis y tiene el gemelo izquierdo atrofiado.

- Longino Banucias: Vicepresidente de la Diputación, es pariente lejano de la presidenta y precisamente por eso y por serle leal desde que eran niños, se convirtió en su mano derecha (osea, con la que se firma y también para eso). Además, desde hace más de una década es alcalde de su pueblo con mayoría absoluta. Servil hasta la saciedad, rastrero hasta el infinito. Ojos saltones y muy redondos. Está casado y tiene tres hijos todavía menores. Mantiene una pseudo-amistad con la ordenanza, consistente en fumar en la azotea de El Torreón, la sede de la Diputación, mientras ella le aburre con disertaciones literarias.

La Ordenanza: Trabaja en la Diputación como interina y anhela conseguir una plaza fija. Su vida, en general, es un camino de frustraciones, de sueños imposibles. Cinco años antes, en 2002, se presentó a una oposición para cubrir diez plazas de auxiliar administrativo convocada por la Diputación, pero no lo consiguió, pues pudo comprobar que estaban amañadas. Aunque su mayor quimera sería la de dedicarse a la literatura en cuerpo y alma, no puede aspirar a nada más que a apuntarse a talleres literarios, ya que en su día no pudo cursar la carrera de Filología porque a sus padres les pareció más conveniente que estudiara Derecho, claro que después, cuando quiso opositar para ser fiscal, tampoco pudieron costearle el preparador porque bastantes gastos tenían con su hermano mayor, que estudiaba fuera del país. Es muy observadora, hasta el punto de que conoce todos los secretos de su entorno laboral y es la protagonista clandestina de esta historia.

- Maricruz Callado: Policía, aunque aborrece su trabajo y su vida, creo que por ese orden. Es amiga de Helena, aunque esta la manipula a su gusto. Está divorciada, tiene un hijo pequeño en régimen de custodia compartida y mantiene una relación con Enrique Mercader, Quique, el que fuese en su juventud su primer novio, de profesión secretario judicial, casado con una de las mujeres más influyentes de la ciudad y con la que tiene cuatro hijos.

- Silverio Ampudia: Alcalde de León, de estado civil, sonriente. Acostumbra a vestir pantalones grises, camisas celestes, americanas azul marino, castellanos granates y gafas sin montura y que, como el resto de sus adláteres del partido de la Derecha, ha hecho de las prácticas criminales su leitmotiv .

 

Si hay algo que predomina en la novela negra es la crítica social que se transmite en el cuerpo de la trama. El encumbramiento del género está ligado a las crisis económicas y, sobre todo, a la corrupción que campea a sus anchas en cualquier época, ya sea de bonanza o de destemplanza. Marta Prieto se postula en esta novela como una gran conocedora de los círculos del poder y de cómo quienes lo ostentan se coronan continuamente en el noble arte del  cohecho, del blanqueo de capitales o del tráfico de influencias, por citar algunos de los pasatiempos preferidos de estos hidalgos ciudadanos y con La Ilustrísima acepta el lance del arte de la narración por medio de múltiples focos narrativos para cimentar una voz crítica en torno a la degradación moral de sus personajes.

Poco más puedo decir de una novela que me ha parecido brillante en su planteamiento y su ejecución, punzante y afilada las más de las veces  e hilarante por momentos, los precisos. Aparentemente sencilla por lo fácil que resulta su lectura y complicada simplemente por lo mismo, ágil en sus diálogos, memorable por el modo en que describe a sus personajes y más que seductora para los amantes de la novela negra. 





viernes, 13 de agosto de 2021

PREMONICIÓN, de Rosa Blasco


DATOS TÉCNICOS:

Título: PREMONICIÓN

Autora: Rosa Blasco

Editorial: Maeva

Colección: Maeva Noir

ISBN: 978-84-18184-43-7

Páginas: 359

Presentación: Rústica con solapas



Rosa Blasco (Alcañiz, Teruel, 1964), Es médico especialista en Medicina Familiar y Comunitaria y Doctora en Historia de la Medicina por la Universidad de Zaragoza. En la actualidad, reside y trabaja como médico de familia en Tudela (Navarra). Ha publicado, además de numerosos artículos científicos, el ensayo Historia del Hospital de San Nicolás de Bari de Alcañiz (1418-1936), fruto de su tesis doctoral, y las novelas El sanatorio de la Provenza (Planeta, 2014) y La sangre equivocada (Mira Editores, 2019).

Premonición es su tercera novela y en ella, como bien reza su subtítulo, “La islas acogen a los que huyen” y en particular, Menorca, como así le ocurre a Simonetta Brey, una prestigiosa forense que llega a Ciudadela para ocupar una vacante como médico de familia. De su alojamiento se ha ocupado una trabajadora social, que le ha conseguido una casa estupenda y un vehículo, todo un lujo teniendo en cuenta que en la isla casi todas las viviendas se destinan al alquiler vacacional. Acaba de salir de prisión y le han ofrecido esta posibilidad en clave de segunda oportunidad para, de esa manera, acortar la pena de cárcel a la que fue condenada por un delito profesional y obtener la libertad condicional. Lo que no sabe, todavía, es que su antiguo colaborador, el comisario Darío Ferrer, es quien ha movido los hilos para que todo esto se haya hecho realidad. Claro que tardará poco en enterarse, justo al día siguiente, tras firmar el contrato en la Subdirección de Atención Primaria.

La propuesta es muy sencilla, aparentemente. Simonetta tendrá que ayudar al comisario con una investigación que lleva meses encallada. Resulta que, en un breve espacio de tiempo, han muerto tres médicos sin razón aparente, aunque según las autopsias, a falta de algún dato relevante, ha sido de muerte natural. Pero él ha tenido una premonición y cree que los casos están relacionados y han sido provocados por la misma persona, así que quiere seguirla a pesar de que nadie de su equipo cree en su hipótesis, por lo que la forense, que no tiene más salidas de futuro, decide secundarlo.

Tras instalarse y empezar a acomodarse en Canal Salat, su nuevo centro trabajo, Simonetta recibe el primero de los informes que le hará llegar el comisario, dado que la intención primigenia es que nadie conozca la relación existente entre ambos para que nadie la vincule a la investigación.  De ese modo, descubre algo más sobre las víctimas:

- Vicente Bort Chuliá: Nacido en Valencia, ciudad en la que también residía. Tenía sesenta y siete años y se había jubilado hacía poco tiempo. Fue jefe del servicio de Radiodiagnóstico del Hospital La Fe. Divorciado y con dos hijos, ambos médicos también, viajaba solo. Llegó a Menorca el 11 de septiembre y se alojó en el hotel Tres Àngels de Ciudadela. El día 15 alquiló un vehículo y un payés lo encontró ya cadáver en el Camí des Alocs, una senda que conduce a las ruinas del castillo de Santa Águeda.

- José Luis Revuelta Arce: Nacido en Colindres (Santander), tenía sesenta y nueve años y se había jubilado tres años antes. Sin hijos. Había sido jefe de servicio de Ginecología del Hospital de Valdecilla. Casado con Joaquina Cortés Fernández, de sesenta años, que todavía trabajaba junto a su socia en un negocio de decoración, falleció junto a él. Llegaron a Menorca el 13 de octubre y se alojaron en el Hotel L’illa de Ciudadela. Los encontraron ahogados en el tramo final de la Playa de Son Bou dos días después, a pesar de ser excelentes nadadores.

- Carlos Lladró Gisbert: Natural de Amposta (Tarragona), donde volvió a residir tras jubilarse diez años antes como jefe de servicio de Oncología Médica del Hospital Valle de Hebrón, de Barcelona. Tenía setenta y seis años y era viudo y padre de una hija. Llegó a Menorca el 4 de enero y se alojó en el hotel Arena de Ciudadela. Murió tres días después, tras visitar el Lazareto de Mahón, donde encontraron su cadáver.

Pero también descubre que su vuelta a la medicina de familia es mucho más gratificante de lo que a priori suponía, porque después de haberse dedicado durante más de una década a la medicina legal había olvidado ese estrecho y poderoso vínculo que se crea a menudo entre médico y paciente. Asimismo, empieza a disfrutar de una isla a la que es fácil aclimatarse porque la va seduciendo poco a poco con su inefable belleza mientras va y conociendo a sus compañeros de trabajo, como Sergi Pons, su enfermero e hijo del alcalde de la localidad, un joven afable, natural y educado que será de gran ayuda en todos los ámbitos para ella y Quique Coll, doctorado en medicina y  en “cansinidad” si la palabra existiera y se estudiase en alguna facultad y trabando amistad con algunos de sus habitantes, como Séraphine Bardot, una educada y afable arquitecta parisina que cuatro años antes abandonó su país natal para instalarse en Menorca como decoradora; Toni Sagrera un atractivo hombre de negocios licenciado en Ciencias Empresariales con el que tendrá una “excelente amistad”, a pesar de unos inicios un tanto complicados; Margálida Fullana: una mujer un tanto sobría, un poco enigmática y ciertamente elegante que trabaja en la recepción del hotel Tres Ángels y Norberto Blasco, un tipo cordial y simpático que es el propietario del Imperi, un café del que dicen que es el mejor del archipiélago.

La investigación, sin embargo, parece que no avanza por mucho empeño que ponga en ello. Simonetta intenta recabar pistas, acude a los hoteles donde se alojaron las víctimas así como a los lugares donde fueron encontrados, pero no hay manera, no hay un simple resquicio por el que colarse en busca de una pista, por nimia que sea. Y, cuando todo aparece encallado, sale el gordo en forma de llamada telefónica del 112 mientras se encuentra en el centro de salud atendiendo a unos pacientes: un pastor ha encontrado en el faro de Punta Nati a un hombre en posible parada. Acude a atender la urgencia junto a Sergi, claro que cuando llegan allí, el hombre ha muerto. Y es médico.

Al día siguiente el comisario le ofrece toda la información que han recabado de la nueva víctima. Se trata de Fernando Osuna Parejo, natural de Fuentes de Andalucía y residente en Sevilla. Tenía setenta y cinco años, era soltero y vivía solo. Se había jubilado como jefe del servicio de Psiquiatría del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla. Llegó a Menorca dos días antes de producirse el óbito y se alojó en el hotel L’Illa, donde ese día alquiló un coche para dirigirse al lugar en el que lo encontraron.

En esta ocasión Simonetta tendrá la oportunidad de practicar la autopsia, dado que los dos únicos forenses con los que cuenta la isla están de baja. Y tampoco encuentra nada relevante en ella, aparte de darnos una lección magistral de cómo se hace este tipo de prácticas.

Pero la rueda parece haberse puesto en movimiento y es imparable. Al menos, porque a los pocos días, cuando todavía no han llegado los resultados del laboratorio de la pruebas realizadas al doctor Osuna, una pareja de turistas alemanes encuentran un nuevo cadáver en la Naveta des Tudons, el monumento megalítico más grande y significativo de la isla. En esta ocasión se trata de Iñaki Odriozola Navarro, natural de Lequeitio (Vizcaya) de sesenta y siete años. Se jubiló como jefe del servicio de Medicina Preventiva del Hospital de Cruces de Barakaldo y se alojaba desde dos días antes en el hotel Tres Àngels, de Ciudadela.

Y ahora sí, ahora parece que al igual que aquello que nos contaban de que el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, la premonición se convierte en realidad y la hipótesis se abre paso a una posibilidad secundada por todos, por lo que se reabre el caso. Se buscan las coincidencias entre todas las defunciones y parece que surge alguna fisura en la que profundizar.

Y, como podéis comprobar también después de todo lo dicho, todo sucede con una inusitada tranquilidad, algo que nada tiene que ver con el modo en que se ha catalogado esta novela, que poco o nada tiene de thriller, ni falta que le hace. Teniendo eso claro, espero que no os pase como a mí, que me pasé los primeros capítulos buscando ese ritmo trepidante que se le supone a una novela de este género, hasta comprender que la historia iba de otro palo y empecé a disfrutarla, porque cuenta con una serie de atractivos distintos, como que es un paseo por un escenario de lujo: la isla de Menorca, ese lugar en el que cualquier fugitivo, de cualquier índole, desearía recalar.

Por ello, no dejarás de disfrutar con las descripciones que de la isla nos hace Simonetta y no te importará perderte con ella por la Plaza del Ayuntamiento, para descubrir su gran obelisco central, las casas señoriales que la circundan con sus fachadas de color ocre o rosado o el propio Consistorio de aire oriental y, por supuesto, la muralla que nace en el mismo edificio y rodea la ciudad. O asomarte al puerto antiguo, para observar las numerosas embarcaciones de recreo allí atracadas. O dar un caminata hasta el Castell de Santa Águeda, un antiguo alcázar de origen musulmán del que apenas quedan algunos restos, pero que está ubicado en un enclave con unas vistas fabulosas. Aunque, sin lugar a dudas, disfrutarás cuando te describa el lugar más emblemático de la isla, que no es otro que el Lazareto de Mahón, una construcción ubicada en la península de San Felipet, -aunque tiempo después el istmo que lo unía a la isla se destruyó para convertirse en un islote-, a la entrada del puerto de Mahón y levantada entre 1973 y 1807 bajo el reinado de Carlos III que, como su propio nombre indica, tuvo como finalidad la de aislar a los viajeros y mercancías infectados o sospechosos de haber contraído enfermedades contagiosas y en particular la peste bubónica que se declaró por aquellas fechas. Estuvo en funcionamiento durante un siglo, para luego quedar en desuso. Te resultará seguro que tan interesante como a mí conocer el modo en que se distribuía:

- Patente sospechosa: Destinada a recibir a aquellas personas y sus efectos procedentes de puertos sospechosos o que habían tenido contacto en la travesía con barcos con posible contagio.

- Patente sucia: Destinada para personas procedentes de buques apestados o que durante la travesía habían tenido contacto con barcos en esas condiciones. Esta patente está dividida por una gran muralla.

- Patente apestada: Era la zona destinada a los afectados por este tipo de enfermedades. Situada en la parte más elevada, su entrada principal la formaba una torre de vigilancia. Tenía también locutorios para hablar desde la patente sucia con los enfermos y sus asistentes. 

- Patente limpia: Aunque estuvo presupuestada, nunca llegó a construirse.

Para terminar queriendo acabar cualquier velada en el restaurante Tokyo, un japonés que ha conseguido triunfar en la isla gracias a las habilidades de su dueño, Ferran García, un hombre que siendo muy joven viajó al país nipón para aprender todos los secretos de la gastronomía japonesa y que volvió a España mucho después para instalarse en Menorca.

Y entonces comprenderás que has estado leyendo una novela amable, envuelta en misterio, que te ha hecho sospechar de todo y de todos para llegar a un desenlace que ni en sueños hubieses imaginado, escrita con una prosa sencilla, directa, pero que te ha sabido envolver para mantenerte pegada a ella hasta la última página y cerrarla con plena satisfacción y con unas ganas locas de visitar sus escenarios.


Esta reseña participa en la iniciativa:











Apartado: Islas enigmáticas

La isla en que se desarrolla la acción es española